Un reciente estudio publicado en JAMA Network Open ha encontrado que las personas que toman semaglutida, ya sea para la diabetes o para la pérdida de peso, reportan más frecuentemente pensamientos suicidas en comparación con quienes usan otros medicamentos. Este hallazgo añade una capa de preocupación a las ya existentes inquietudes sobre los efectos del medicamento en la salud mental. La semaglutida, comercializada como Ozempic para la diabetes y Wegovy para la pérdida de peso, ha ganado popularidad debido a sus beneficios prometedores, que incluyen mejoras en enfermedades renales y cáncer. Sin embargo, el riesgo potencial de problemas de ánimo no es nuevo. En el pasado, medicamentos para la pérdida de peso que alteran el apetito, como el rimonabant, fueron retirados del mercado debido a su asociación con un aumento en el riesgo de suicidio. El estudio reciente se basa en una base de datos global de la Organización Mundial de la Salud que compila informes de eventos adversos. Los investigadores analizaron más de 82,000 informes y encontraron 107 casos de pensamientos suicidas entre pacientes que tomaban semaglutida, en contraste con 162 casos en pacientes que tomaban liraglutida, otro medicamento similar pero más antiguo. El riesgo de pensamientos suicidas fue alto en personas que usaban semaglutida, aumento 45% en comparación con otros medicamentos. Los autores del estudio notaron que el riesgo se incrementaba considerablemente en pacientes que también tomaban antidepresivos, sugiriendo una posible interacción entre semaglutida y medicamentos para la depresión. Sin embargo, al excluir estos casos, el riesgo asociado con semaglutida desapareció, lo que podría indicar que la combinación con antidepresivos podría estar influyendo en los resultados. Críticos del estudio, como el Dr. Mahyar Etminan y el profesor Ian Douglas, argumentan que la evidencia presentada es preliminar y no prueba una causalidad directa entre semaglutida y pensamientos suicidas. Los expertos en seguridad de medicamentos sugieren ser cautelosos y tener en cuenta el historial de salud mental de los pacientes al recetar estos medicamentos. La investigación sigue en curso, y mientras tanto, los médicos y pacientes deben considerar cuidadosamente el riesgo y los beneficios de los tratamientos con semaglutida.
Ozempic, es un medicamento inyectable originalmente ideado para tratar la diabetes tipo 2. Sin embargo, en el último año, este tratamiento se ha convertido en una herramienta para combatir la obesidad y el sobrepeso. Aunque efectivo, está lejos de ser un tratamiento milagro. Eficaz, con límites. Durante el último año, un medicamento destinado a tratar la diabetes, Ozempic, se ha convertido en una promesa a la hora de evitar la obesidad. A pesar de su efectividad demostrada en este sentido, hay que tener en cuenta que no se trata de un tratamiento milagro. Como tantas otras formas de luchar contra la obesidad, la semaglutida presenta un pero importante: el efecto rebote. Un estudio realizado en este contexto y publicado en la revista Diabetes, Obesity and Metabolism, los pacientes tratados con semaglutida como forma de aliviar problemas de obsesidad, recuperaron en promedio dos tercios del peso perdido durante el tratamiento. Otro de los problemas documentados con respecto a este uso alternativo del fármaco ha sido la falta de suministro. Efectos secundarios. Como cualquier otro medicamento, la semaglutida tiene también efectos secundarios. Los posibles efectos secundarios considerados “graves” de este medicamento se restringen a la enfermedad ocular diabética y, con poca frecuencia, a inflamación en el páncreas y posibles reacciones alérgicas. El tratamiento también provoca otros efectos adversos más leves pero a la vez más habituales, como las náuseas, diarrea o, también en su uso prescrito para diabéticos, hipoglucemia. Náuseas y diarrea, eso sí, tienden a desaparecer con el tiempo. Hasta la saciedad. La semaglutida funciona como un análogo de la hormona GLP-1. Esta hormona es segregada durante nuestro proceso digestivo. Lo que hace este fármaco es ralentizar el tránsito intestinal, fomentando así la sensación de saciedad y, a la vez, pudiendo causar náuseas. En resumen, Ozempic hace que aumente nuestra sensación de saciedad, con lo que hace que consumamos menos alimentos y así perdamos peso. Curiosamente, también existen algunos indicios de que este medicamento lleva a un menor consumo de alcohol. La cara más visible, pero no la única. Y a pesar de todo, la aparición de Ozempic en el mapa es una buena noticia. Más allá del consejo de no dejarse llevar por las recomendaciones sanitarias de las celebrities de turno, fármacos como este pueden ayudarnos a luchar, no contra la obesidad en sí misma, sino contra el gran reto sanitario de nuestra era: las enfermedades no transmisibles. Ozempic no es el único fármaco con potencial para ayudarnos en esta lucha, pero sobre todo lo que se ha hecho evidente es que el tratamiento de estos problemas no debe dejarse sólo en las manos de un fármaco (o al menos no de momento), sino que debe comprender un cambio más profundo en nuestros estilos de vida.
Un reciente estudio publicado en JAMA Network Open ha encontrado que las personas que toman semaglutida, ya sea para la diabetes o para la pérdida de peso, reportan más frecuentemente pensamientos suicidas en comparación con quienes usan otros medicamentos. Este hallazgo añade una capa de preocupación a las ya existentes inquietudes sobre los efectos del medicamento en la salud mental. La semaglutida, comercializada como Ozempic para la diabetes y Wegovy para la pérdida de peso, ha ganado popularidad debido a sus beneficios prometedores, que incluyen mejoras en enfermedades renales y cáncer. Sin embargo, el riesgo potencial de problemas de ánimo no es nuevo. En el pasado, medicamentos para la pérdida de peso que alteran el apetito, como el rimonabant, fueron retirados del mercado debido a su asociación con un aumento en el riesgo de suicidio. El estudio reciente se basa en una base de datos global de la Organización Mundial de la Salud que compila informes de eventos adversos. Los investigadores analizaron más de 82,000 informes y encontraron 107 casos de pensamientos suicidas entre pacientes que tomaban semaglutida, en contraste con 162 casos en pacientes que tomaban liraglutida, otro medicamento similar pero más antiguo. El riesgo de pensamientos suicidas fue alto en personas que usaban semaglutida, aumento 45% en comparación con otros medicamentos. Los autores del estudio notaron que el riesgo se incrementaba considerablemente en pacientes que también tomaban antidepresivos, sugiriendo una posible interacción entre semaglutida y medicamentos para la depresión. Sin embargo, al excluir estos casos, el riesgo asociado con semaglutida desapareció, lo que podría indicar que la combinación con antidepresivos podría estar influyendo en los resultados. Críticos del estudio, como el Dr. Mahyar Etminan y el profesor Ian Douglas, argumentan que la evidencia presentada es preliminar y no prueba una causalidad directa entre semaglutida y pensamientos suicidas. Los expertos en seguridad de medicamentos sugieren ser cautelosos y tener en cuenta el historial de salud mental de los pacientes al recetar estos medicamentos. La investigación sigue en curso, y mientras tanto, los médicos y pacientes deben considerar cuidadosamente el riesgo y los beneficios de los tratamientos con semaglutida.
Ozempic, es un medicamento inyectable originalmente ideado para tratar la diabetes tipo 2. Sin embargo, en el último año, este tratamiento se ha convertido en una herramienta para combatir la obesidad y el sobrepeso. Aunque efectivo, está lejos de ser un tratamiento milagro. Eficaz, con límites. Durante el último año, un medicamento destinado a tratar la diabetes, Ozempic, se ha convertido en una promesa a la hora de evitar la obesidad. A pesar de su efectividad demostrada en este sentido, hay que tener en cuenta que no se trata de un tratamiento milagro. Como tantas otras formas de luchar contra la obesidad, la semaglutida presenta un pero importante: el efecto rebote. Un estudio realizado en este contexto y publicado en la revista Diabetes, Obesity and Metabolism, los pacientes tratados con semaglutida como forma de aliviar problemas de obsesidad, recuperaron en promedio dos tercios del peso perdido durante el tratamiento. Otro de los problemas documentados con respecto a este uso alternativo del fármaco ha sido la falta de suministro. Efectos secundarios. Como cualquier otro medicamento, la semaglutida tiene también efectos secundarios. Los posibles efectos secundarios considerados “graves” de este medicamento se restringen a la enfermedad ocular diabética y, con poca frecuencia, a inflamación en el páncreas y posibles reacciones alérgicas. El tratamiento también provoca otros efectos adversos más leves pero a la vez más habituales, como las náuseas, diarrea o, también en su uso prescrito para diabéticos, hipoglucemia. Náuseas y diarrea, eso sí, tienden a desaparecer con el tiempo. Hasta la saciedad. La semaglutida funciona como un análogo de la hormona GLP-1. Esta hormona es segregada durante nuestro proceso digestivo. Lo que hace este fármaco es ralentizar el tránsito intestinal, fomentando así la sensación de saciedad y, a la vez, pudiendo causar náuseas. En resumen, Ozempic hace que aumente nuestra sensación de saciedad, con lo que hace que consumamos menos alimentos y así perdamos peso. Curiosamente, también existen algunos indicios de que este medicamento lleva a un menor consumo de alcohol. La cara más visible, pero no la única. Y a pesar de todo, la aparición de Ozempic en el mapa es una buena noticia. Más allá del consejo de no dejarse llevar por las recomendaciones sanitarias de las celebrities de turno, fármacos como este pueden ayudarnos a luchar, no contra la obesidad en sí misma, sino contra el gran reto sanitario de nuestra era: las enfermedades no transmisibles. Ozempic no es el único fármaco con potencial para ayudarnos en esta lucha, pero sobre todo lo que se ha hecho evidente es que el tratamiento de estos problemas no debe dejarse sólo en las manos de un fármaco (o al menos no de momento), sino que debe comprender un cambio más profundo en nuestros estilos de vida.