En el marco de la conmemoración del Día Internacional de Cero Desechos, organizado por Naciones Unidas desde el año 2023, Cheaf -aplicación que contribuye a reducir el desperdicio de comida gracias a una plataforma tecnológica que permite a comercios ofrecer sus excedentes con importantes descuento- realizó un sondeo entre sus usuarios para conocer sus principales inquietudes respecto a la pérdida y desperdicio de alimentos. Uno de los principales hallazgos de esta encuesta -que contó con más de 2.000 respuestas- es que el 98% de la muestra aseguró que le gustaría ser una persona “Cero Desperdicios”, algo que denota el interés creciente que tiene la población sobre este tema en particular. “Sabemos que esta encuesta la responde una audiencia de por sí fidelizada con la idea de un movimiento zero waste, ya que nuestros usuarios y clientes han llegado a nuestra aplicación por este mismo interés; pero, aun así, es tremendamente sorprendente este rotundo 98% de las personas que asegura que le encantaría ser una persona que no genere ningún tipo de desechos”, reflexionó al respecto Elena López, cofundadora y COO de Cheaf. La principal razón para querer reducir la propia producción de desechos es “evitar gastos innecesarios”, con un 56% de las opiniones; seguida por “para contribuir a reducir la cantidad de basura que se genera y la contaminación por desechos”, con un 48% de las preferencias de los consultados, y “para consumir sólo lo necesario”, con un 26% de las opiniones. Pese a este enorme interés, un 49% de los encuestados asegura botar comida entre dos y tres días cada semana; un 5% asegura que desperdicia comida más de cuatro veces a la semana, y 3% tira alimentos a la basura todos los días. Mientras que, por el contrario, un 43% aseguró no desperdiciar nunca sus alimentos. “Esto nos muestra que, aunque existe un gran interés y motivación por lograr no generar desperdicios en nuestras vidas, aún hay mucho espacio para que innovaciones, emprendimientos y otro tipo de iniciativas podamos ayudar a las personas a generar esos cambios que tanto requieren”, puntualizó López. Consultados sobre las principales causas para botar alimentos, un 43% dijo que bota productos que están vencidos (porque olvidó consumirlos); 23% sostiene que a veces no tiene tiempo para cocinar lo que ha comprado; 22% aseguró que olvida congelar los alimentos preparados; 10% afirmó no tener espacio suficiente para almacenar de forma más inteligente, y 7% declaró que esta pérdida se debe a que siempre compra más de lo que consume, entre otras respuestas. Respecto de los hábitos a poner en práctica para lograr este cometido, un 73% aseguró que “compra alimentos rescatados”; 57% “evita botar alimentos”; 50% “recicla todo lo que puede”; 43% “cambia o renueva dispositivos electrónicos sólo por necesidad”, y 28% dice “comprar ropa usada”, entre otras respuestas. “El contexto de triple crisis (climática, de biodiversidad y por contaminación) en el que vivimos en la actualidad nos obliga a pensar y generar las soluciones necesarias para mitigar los efectos de estos problemas en nuestras vidas, y la producción de desechos contribuye directamente a todos nuestros escenarios de crisis. Sabemos que la pérdida y desperdicio de alimentos es responsable de hasta el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, por eso es necesario generar soluciones de manera urgente”, comenta la cofundadora de Cheaf. Para López, la conmemoración de estos días entrega una oportunidad única para, por una parte, generar concientización en la población frente a estos problemas; pero también, por otra, para poder mostrar las soluciones disponibles en el mercado, compartir buenas prácticas y exponer los beneficios de incorporar este tipo de innovaciones. “Sabemos que las personas quieren contribuir a las soluciones de estos problemas, y esperan que las empresas los acompañemos y ayudemos en estos esfuerzos. Desde el sector privado tenemos una oportunidad única de producir vínculos importantes con nuestros consumidores y crear iniciativas que mitiguen los efectos del calentamiento global, a la vez que logramos generar valor real para nuestros negocios. La circularidad de estos procesos provoca un verdadero win-win”, concluye López. Acerca de Cheaf Cheaf es una aplicación móvil que contribuye a reducir el desperdicio de comida. Su plataforma tecnológica le permite a supermercados, restaurantes y tiendas ofrecer sus excedentes, mientras que los clientes tienen la oportunidad de rescatar paquetes de alimentos con un alto porcentaje de descuento. Comenzó sus operaciones a mediados de 2020 en Ciudad de México y en 2023 inició su plan de expansión al resto de la región abriendo oficinas en Chile, país donde se ha enfocado en el segmento de supermercados y donde, en su primer año de operación, ha logrado el rescate de más de 2.000.000 de kilos de comida. Cheaf es una alternativa donde comercios y consumidores participan para reducir el desperdicio de comida y la huella de carbono que esto genera.
Para saber más sobre el tema hemos recurrido a… ¡la inteligencia artificial! y le hemos preguntado a Chat GPT ¿por qué consume tanta energía la inteligencia artificial?. Esta es su respuesta: El consumo elevado de energía en la inteligencia artificial (IA) se debe a varios factores clave: Entrenamiento de modelos: Volumen de datos: Los modelos de IA, especialmente los de aprendizaje profundo (deep learning), requieren grandes volúmenes de datos para entrenarse. Procesar y aprender de estos datos implica una enorme cantidad de cálculos. Computación intensiva: El entrenamiento de modelos avanzados implica realizar millones o incluso miles de millones de operaciones matemáticas. Esto demanda un uso intensivo de hardware especializado como las unidades de procesamiento gráfico (GPU) y, más recientemente, las unidades de procesamiento tensorial (TPU). Infraestructura de hardware: Hardware especializado: Las GPUs y TPUs, diseñadas específicamente para el procesamiento paralelo requerido por los modelos de IA, consumen mucha más energía que las CPUs convencionales. Centros de datos: Los grandes modelos de IA se entrenan en centros de datos que necesitan mantener tanto el hardware como los sistemas de refrigeración, incrementando aún más el consumo energético. Operación continua: Inferencia en tiempo real: Muchos sistemas de IA necesitan realizar inferencias en tiempo real, como en asistentes virtuales, sistemas de recomendación, y vehículos autónomos. Esto requiere que los modelos se ejecuten continuamente, lo cual consume energía de manera sostenida. Escalabilidad: Los servicios de IA a menudo deben escalarse para atender a millones de usuarios simultáneamente, lo que multiplica el consumo de energía. Optimización y repetición: Pruebas y validación: El proceso de desarrollo de modelos incluye múltiples ciclos de prueba, validación y ajuste de hiperparámetros, lo que incrementa el tiempo y los recursos computacionales necesarios. Actualizaciones y mantenimiento: Los modelos a menudo se reentrenan con datos nuevos para mejorar su precisión y relevancia, lo cual implica ciclos adicionales de consumo energético. Algoritmos y arquitectura: Complejidad de los modelos: Los modelos más avanzados y precisos, como los transformadores utilizados en procesamiento de lenguaje natural (NLP), son extremadamente complejos y requieren mucha más computación. Optimizaciones: Aunque existen esfuerzos para optimizar algoritmos y reducir el consumo energético, muchas de las técnicas más eficientes aún están en desarrollo o no se han implementado ampliamente. En resumen, el alto consumo de energía de la IA es resultado de la combinación de la necesidad de grandes volúmenes de datos, cálculos intensivos, infraestructura especializada y operaciones continuas. A medida que la tecnología avanza, también se están desarrollando métodos y estrategias para mejorar la eficiencia energética de los modelos de IA.
La Dra. Cristina Segura, investigadora de la Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción (UdeC), lidera un innovador proyecto que convierte plástico en combustible para aviones, un avance significativo en la búsqueda de soluciones a la contaminación plástica y la necesidad de combustibles más sostenibles. Este proyecto, en colaboración con ENAP y una empresa de reciclaje, promete revolucionar la industria de la aviación y el manejo de residuos en Chile. El proceso central de esta transformación es la pirólisis, una técnica que descompone el plástico a altas temperaturas en ausencia de oxígeno. «Lo que hacemos es transformar estas moléculas grandes de plástico en moléculas más pequeñas, principalmente hidrocarburos líquidos, similares a los combustibles», explica la Dra. Segura. Este líquido, químicamente similar al queroseno, se refina posteriormente para cumplir con los estándares de la aviación. La Dra. Segura destaca la eficiencia del proceso: con aproximadamente 100 gramos de plástico se obtienen cerca de 50 ml de combustible. Si bien la cantidad de plástico disponible en Chile no es suficiente para cubrir toda la demanda de combustible de aviación, esta tecnología ofrece una solución parcial y contribuye a la problemática de la gestión de residuos plásticos. «En Chile consumimos al año cerca de 1 millón de toneladas de plástico. Si bien no es suficiente para reemplazar completamente el combustible de aviación, que ronda los 1.500 millones de litros, sí aporta a la solución «, aclara la investigadora. Combustible sostenible para la aviación del futuro Este proyecto se alinea con las metas nacionales e internacionales de reducir las emisiones de CO2 en la aviación. Chile, por ejemplo, busca que para el 2050 el 50% del combustible de aviación sea sostenible. La ventaja de este combustible a base de plástico, en comparación con otros biocombustibles, reside en la simplicidad, rapidez y menor costo del proceso de transformación. «Desde el punto de vista químico, las moléculas son muy parecidas, por lo que se requiere menos esfuerzo para llegar a este combustible «, señala la ingeniera química. La colaboración con ENAP es fundamental para el escalamiento y la futura comercialización de este combustible. La Dra. Segura visualiza un escenario donde plantas de pirólisis procesen el plástico y ENAP se encargue del refinamiento, aprovechando su infraestructura existente. «Lo vemos mucho más cercano, en un periodo de tiempo no más allá de 5 años, que esta tecnología ya pueda estar en el mercado», proyecta. Además del queroseno para aviones, el proceso también genera diésel, ampliando aún más su potencial impacto. El equipo de la UDT se ha enfocado en la caracterización del combustible obtenido, confirmando que cumple con las especificaciones técnicas del queroseno de aviación. El próximo paso es escalar la producción y realizar pruebas de mezcla con combustible tradicional. La meta para este año es ambiciosa: producir el primer litro de combustible de aviación a partir de plástico en Chile. Este hito marcaría un paso decisivo hacia un futuro más sostenible para la aviación y el manejo de residuos.
La Empresa Nacional del Petróleo (Enap) logró producir, por primera vez, diésel en norma chilena con menor huella de carbono denominado “Diésel Renovable Enap” en su Refinería Aconcagua, ubicada en Concón, región de Valparaíso. Se trata de un hito para el país, pues es producido a partir de aceite usado de cocina, y su mayor virtud es que, junto con tener características químicas idénticas que el diésel tradicional, cada litro de este tipo de aceite que es transformado en diésel permite reducir en un 80% el CO2 equivalente. El producto cumple con la normativa chilena NCH 62, que regula estos combustibles. A través de un certificador independiente, se confirmó que el proceso del “Diésel Renovable Enap” reduce la huella de carbono en comparación al diésel tradicional. El procesamiento del volumen de la prueba permitió reducir la emisión en aproximadamente 1.000 toneladas de CO2 equivalentes. La presidenta del Directorio de Enap, Gloria Maldonado, destacó lo histórico de esta producción para el desarrollo de Chile y la compañía, que este 2025 cumple 80 años. “La energía del mañana se produce hoy. Y la Enap del futuro es una que avanza de forma responsable hacia la generación de combustibles bajos en carbono, en línea con nuestro relevante rol como empresa del Estado. Producir combustibles renovables es un punto clave dentro de nuestro Plan Estratégico 2040, con el que aspiramos a ser protagonistas en la descarbonización del país, disponiendo combustibles con menor impacto medioambiental”, comentó. Por su parte, el gerente general de Enap, Julio Friedmann, dijo que “el éxito de este desarrollo, llevado a cabo en una de nuestras refinerías, nos permite ampliar nuestra oferta en combustibles, incorporando soluciones con menor huella de CO2 para nuestros clientes y consumidores finales. De hecho, ya tenemos firmado acuerdos para desarrollar y comercializar este tipo de combustibles”. Al respecto, el ministro de Energía, Diego Pardow, sostuvo que este hito “demuestra, una vez más, que la Empresa Nacional del Petróleo está a la vanguardia en términos de innovación y desarrollo tecnológico en el camino de la transición energética”. La ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y vocera (s) de Gobierno, Aisén Etcheverry, destacó el impacto en el cuidado del medio ambiente. “Valoramos mucho esta iniciativa de Enap, donde se suman esfuerzos de un trabajo colaborativo, que es lo que nos permite efectivamente hacer las transformaciones, cambiar las cosas, abordar los desafíos con nuevas herramientas, resultando en cifras realmente impresionantes como la reducción en un 80% en la huella de carbono de este diésel”, expresó. ¿Cómo es el proceso? Fueron equipos de diferentes áreas y unidades de negocio de Enap los que trabajaron en la habilitación de la producción de combustibles renovables en Refinería Aconcagua, trabajo que consideró un riguroso análisis técnico de materias primas y la compatibilidad de la infraestructura existente. “Este hito en nuestra historia energética demuestra el compromiso de las trabajadoras y trabajadores de Enap con el país y es reflejo de la épica interna que les genera la motivación de poder aportar a un mejor medio ambiente y calidad de vida de las chilenas y chilenos”, dijo el gerente general de Enap. En agosto del pasado año 2024, la empresa realizó la prueba de producción del ”Diésel Renovable Enap”. Esto, a partir del procesamiento de 350 mil litros de aceite usado de restoranes y locales de comida rápida del país. Al segundo día de la prueba, la empresa logró transformarlo en diésel renovable, gracias a un proceso de hidrotratamiento. Este resultado confirma la identidad innovadora de la estatal y la capacidad de adaptar su infraestructura para la generación de nuevos combustibles. Además, ambientalmente, es un circuito de economía circular.
El Niño y La Niña, las dos caras de la moneda climática que llamamos ENSO ( El Niño-Oscilación del Sur). Este péndulo climático se encuentra ahora en pleno cambio de fase: si durante el año pasado el mundo se encontraba en su fase de El Niño, ahora nos dirigimos al lado opuesto, La Niña. Se trata de fenómenos de alcance mundial, por lo que haremos un repaso de qué ENSO y cuáles son las consecuencias que podemos prever de este cambio de fase que tenemos delante. Por tratarse de las dos caras de una misma moneda, podemos explicar qué es La Niña dentro del contexto de la oscilación completa. El ciclo de ENSO es una oscilación climática un tanto irregular que se da por la alternancia entre temperaturas más cálidas y más frías en un área del Pacífico. Si El Niño es la fase “cálida” de este proceso, La Niña es la fase “fría”. El problema es que estas fluctuaciones en la temperatura del agua de una estrecha franja oceánica desencadenan un efecto dominó de consecuencias climáticas que se hacen notar en mayor o menor medida en buena parte del mundo. Especialmente, por proximidad, en las costas occidentales de Sudamérica. En esta zona, el fenómeno de El Niño genera intensas lluvias que se extienden también por la costa pacífica de Norteamérica. Los efectos de La Niña son, como cabe esperar, bien distintos. Esta fase se relaciona con fuertes vientos alisios, un descenso de la temperatura ecuatorial y, si El Niño se relacionaba con fuertes lluvias e inundaciones, La Niña trae consigo temporadas más secas. Sin embargo las consecuencias de esta alternancia se expanden por todo el mundo. En el caso de La Niña podemos poner ejemplos como sequías en el Cuerno de África y en la zona sur de Sudamérica. La Niña también puede traer consigo precipitaciones en algunos lugares, como el sudeste asiático y partes de Oceanía. Un caso particular es el de México, donde reduce las precipitaciones en el norte y centro pero las aumenta en la costa del Pacífico. La alternancia entre El Niño y La Niña también tiene un impacto sobre la distribución de los huracanes. La aparición de estas tormentas extremas depende en buena medida de la temperatura en la superficie del océano. El Niño se relaciona con temperaturas más altas en el Pacífico, lo que hace que en esta fase la temporada de huracanes en el Pacífico oriental sea más intensa. En contraste, La Niña “suaviza” la intensidad de los huracanes en el pacífico oriental pero hace que la temporada atlántica de huracanes sea más temible. Este es el motivo por el que los meteorólogos esperan que la segunda mitad del verano vea un repunte en la actividad de estas tormentas en el Atlántico norte, Caribe y golfo de México. Los impactos pueden variar de región a región y no siempre son simétricos. En España, por ejemplo, los efectos de La Niña suelen hacerse notar más, lo que suele traducirse en años con menos precipitaciones y propensos a la sequía. En Chile, La Niña puede moderar las temperaturas y las precipitaciones, haciendo que los años no sean extremadamente cálidos ni húmedos La Niña se acerca Además de los impactos climáticos, ENSO tiene otro problema: es muy difícil predecir este ciclo. No solo es difícil estimar con precisión cuándo se producirá el cambio de ciclo, tampoco es fácil determinar qué intensidad tendrá la siguiente etapa en esta oscilación. Es por eso que desde primavera llevamos escuchando diversas estimaciones sobre cuándo llegará por fin La Niña, sabemos que está cerca pero no sabemos del todo cuán cerca se encuentra la alternancia. Según estimaciones recientes hay un 70% de probabilidades de que La Niña llegue entre agosto y septiembre. Las temperaturas medias mundiales llevan mes tras mes batiendo récords y suman ya más de un año consecutivo de esta anomalía cálida. Muchos expertos creen que El Niño tiene parte de la culpa (que no toda). En este sentido, existe cierto optimismo con respecto a lo que La Niña nos puede traer: un descenso de las temperaturas medias globales, un respiro climático. En los océanos es posible que el cambio de tendencia haya comenzado: la temperatura media de las aguas del planeta ya no está por encima de la que veíamos el año pasado por estas fechas (aunque tampoco está muy por debajo). Quizás la temperatura atmosférica siga este camino. Aún así, la tendencia a largo plazo, probablemente marcada por el cambio climático, no es tan optimista en este sentido. Una curiosidad sobre este fenómeno es el origen del nombre. Este procede de la expresión “El Niño de Navidad” y tiene su probable origen en el siglo XVII. Fueron los pescadores de la costa oeste de Sudamérica los primeros en percibir este singular patrón climático. Puesto que El Niño tiende a presentar su pico de actividad en el mes de diciembre, estos comenzaron a asociar el fenómeno climático con la Natividad. La Niña, por su parte, recibiría su nombre en contraposición e esta primera onomástica.
En el marco de la conmemoración del Día Internacional de Cero Desechos, organizado por Naciones Unidas desde el año 2023, Cheaf -aplicación que contribuye a reducir el desperdicio de comida gracias a una plataforma tecnológica que permite a comercios ofrecer sus excedentes con importantes descuento- realizó un sondeo entre sus usuarios para conocer sus principales inquietudes respecto a la pérdida y desperdicio de alimentos. Uno de los principales hallazgos de esta encuesta -que contó con más de 2.000 respuestas- es que el 98% de la muestra aseguró que le gustaría ser una persona “Cero Desperdicios”, algo que denota el interés creciente que tiene la población sobre este tema en particular. “Sabemos que esta encuesta la responde una audiencia de por sí fidelizada con la idea de un movimiento zero waste, ya que nuestros usuarios y clientes han llegado a nuestra aplicación por este mismo interés; pero, aun así, es tremendamente sorprendente este rotundo 98% de las personas que asegura que le encantaría ser una persona que no genere ningún tipo de desechos”, reflexionó al respecto Elena López, cofundadora y COO de Cheaf. La principal razón para querer reducir la propia producción de desechos es “evitar gastos innecesarios”, con un 56% de las opiniones; seguida por “para contribuir a reducir la cantidad de basura que se genera y la contaminación por desechos”, con un 48% de las preferencias de los consultados, y “para consumir sólo lo necesario”, con un 26% de las opiniones. Pese a este enorme interés, un 49% de los encuestados asegura botar comida entre dos y tres días cada semana; un 5% asegura que desperdicia comida más de cuatro veces a la semana, y 3% tira alimentos a la basura todos los días. Mientras que, por el contrario, un 43% aseguró no desperdiciar nunca sus alimentos. “Esto nos muestra que, aunque existe un gran interés y motivación por lograr no generar desperdicios en nuestras vidas, aún hay mucho espacio para que innovaciones, emprendimientos y otro tipo de iniciativas podamos ayudar a las personas a generar esos cambios que tanto requieren”, puntualizó López. Consultados sobre las principales causas para botar alimentos, un 43% dijo que bota productos que están vencidos (porque olvidó consumirlos); 23% sostiene que a veces no tiene tiempo para cocinar lo que ha comprado; 22% aseguró que olvida congelar los alimentos preparados; 10% afirmó no tener espacio suficiente para almacenar de forma más inteligente, y 7% declaró que esta pérdida se debe a que siempre compra más de lo que consume, entre otras respuestas. Respecto de los hábitos a poner en práctica para lograr este cometido, un 73% aseguró que “compra alimentos rescatados”; 57% “evita botar alimentos”; 50% “recicla todo lo que puede”; 43% “cambia o renueva dispositivos electrónicos sólo por necesidad”, y 28% dice “comprar ropa usada”, entre otras respuestas. “El contexto de triple crisis (climática, de biodiversidad y por contaminación) en el que vivimos en la actualidad nos obliga a pensar y generar las soluciones necesarias para mitigar los efectos de estos problemas en nuestras vidas, y la producción de desechos contribuye directamente a todos nuestros escenarios de crisis. Sabemos que la pérdida y desperdicio de alimentos es responsable de hasta el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, por eso es necesario generar soluciones de manera urgente”, comenta la cofundadora de Cheaf. Para López, la conmemoración de estos días entrega una oportunidad única para, por una parte, generar concientización en la población frente a estos problemas; pero también, por otra, para poder mostrar las soluciones disponibles en el mercado, compartir buenas prácticas y exponer los beneficios de incorporar este tipo de innovaciones. “Sabemos que las personas quieren contribuir a las soluciones de estos problemas, y esperan que las empresas los acompañemos y ayudemos en estos esfuerzos. Desde el sector privado tenemos una oportunidad única de producir vínculos importantes con nuestros consumidores y crear iniciativas que mitiguen los efectos del calentamiento global, a la vez que logramos generar valor real para nuestros negocios. La circularidad de estos procesos provoca un verdadero win-win”, concluye López. Acerca de Cheaf Cheaf es una aplicación móvil que contribuye a reducir el desperdicio de comida. Su plataforma tecnológica le permite a supermercados, restaurantes y tiendas ofrecer sus excedentes, mientras que los clientes tienen la oportunidad de rescatar paquetes de alimentos con un alto porcentaje de descuento. Comenzó sus operaciones a mediados de 2020 en Ciudad de México y en 2023 inició su plan de expansión al resto de la región abriendo oficinas en Chile, país donde se ha enfocado en el segmento de supermercados y donde, en su primer año de operación, ha logrado el rescate de más de 2.000.000 de kilos de comida. Cheaf es una alternativa donde comercios y consumidores participan para reducir el desperdicio de comida y la huella de carbono que esto genera.
Para saber más sobre el tema hemos recurrido a… ¡la inteligencia artificial! y le hemos preguntado a Chat GPT ¿por qué consume tanta energía la inteligencia artificial?. Esta es su respuesta: El consumo elevado de energía en la inteligencia artificial (IA) se debe a varios factores clave: Entrenamiento de modelos: Volumen de datos: Los modelos de IA, especialmente los de aprendizaje profundo (deep learning), requieren grandes volúmenes de datos para entrenarse. Procesar y aprender de estos datos implica una enorme cantidad de cálculos. Computación intensiva: El entrenamiento de modelos avanzados implica realizar millones o incluso miles de millones de operaciones matemáticas. Esto demanda un uso intensivo de hardware especializado como las unidades de procesamiento gráfico (GPU) y, más recientemente, las unidades de procesamiento tensorial (TPU). Infraestructura de hardware: Hardware especializado: Las GPUs y TPUs, diseñadas específicamente para el procesamiento paralelo requerido por los modelos de IA, consumen mucha más energía que las CPUs convencionales. Centros de datos: Los grandes modelos de IA se entrenan en centros de datos que necesitan mantener tanto el hardware como los sistemas de refrigeración, incrementando aún más el consumo energético. Operación continua: Inferencia en tiempo real: Muchos sistemas de IA necesitan realizar inferencias en tiempo real, como en asistentes virtuales, sistemas de recomendación, y vehículos autónomos. Esto requiere que los modelos se ejecuten continuamente, lo cual consume energía de manera sostenida. Escalabilidad: Los servicios de IA a menudo deben escalarse para atender a millones de usuarios simultáneamente, lo que multiplica el consumo de energía. Optimización y repetición: Pruebas y validación: El proceso de desarrollo de modelos incluye múltiples ciclos de prueba, validación y ajuste de hiperparámetros, lo que incrementa el tiempo y los recursos computacionales necesarios. Actualizaciones y mantenimiento: Los modelos a menudo se reentrenan con datos nuevos para mejorar su precisión y relevancia, lo cual implica ciclos adicionales de consumo energético. Algoritmos y arquitectura: Complejidad de los modelos: Los modelos más avanzados y precisos, como los transformadores utilizados en procesamiento de lenguaje natural (NLP), son extremadamente complejos y requieren mucha más computación. Optimizaciones: Aunque existen esfuerzos para optimizar algoritmos y reducir el consumo energético, muchas de las técnicas más eficientes aún están en desarrollo o no se han implementado ampliamente. En resumen, el alto consumo de energía de la IA es resultado de la combinación de la necesidad de grandes volúmenes de datos, cálculos intensivos, infraestructura especializada y operaciones continuas. A medida que la tecnología avanza, también se están desarrollando métodos y estrategias para mejorar la eficiencia energética de los modelos de IA.
La Dra. Cristina Segura, investigadora de la Unidad de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción (UdeC), lidera un innovador proyecto que convierte plástico en combustible para aviones, un avance significativo en la búsqueda de soluciones a la contaminación plástica y la necesidad de combustibles más sostenibles. Este proyecto, en colaboración con ENAP y una empresa de reciclaje, promete revolucionar la industria de la aviación y el manejo de residuos en Chile. El proceso central de esta transformación es la pirólisis, una técnica que descompone el plástico a altas temperaturas en ausencia de oxígeno. «Lo que hacemos es transformar estas moléculas grandes de plástico en moléculas más pequeñas, principalmente hidrocarburos líquidos, similares a los combustibles», explica la Dra. Segura. Este líquido, químicamente similar al queroseno, se refina posteriormente para cumplir con los estándares de la aviación. La Dra. Segura destaca la eficiencia del proceso: con aproximadamente 100 gramos de plástico se obtienen cerca de 50 ml de combustible. Si bien la cantidad de plástico disponible en Chile no es suficiente para cubrir toda la demanda de combustible de aviación, esta tecnología ofrece una solución parcial y contribuye a la problemática de la gestión de residuos plásticos. «En Chile consumimos al año cerca de 1 millón de toneladas de plástico. Si bien no es suficiente para reemplazar completamente el combustible de aviación, que ronda los 1.500 millones de litros, sí aporta a la solución «, aclara la investigadora. Combustible sostenible para la aviación del futuro Este proyecto se alinea con las metas nacionales e internacionales de reducir las emisiones de CO2 en la aviación. Chile, por ejemplo, busca que para el 2050 el 50% del combustible de aviación sea sostenible. La ventaja de este combustible a base de plástico, en comparación con otros biocombustibles, reside en la simplicidad, rapidez y menor costo del proceso de transformación. «Desde el punto de vista químico, las moléculas son muy parecidas, por lo que se requiere menos esfuerzo para llegar a este combustible «, señala la ingeniera química. La colaboración con ENAP es fundamental para el escalamiento y la futura comercialización de este combustible. La Dra. Segura visualiza un escenario donde plantas de pirólisis procesen el plástico y ENAP se encargue del refinamiento, aprovechando su infraestructura existente. «Lo vemos mucho más cercano, en un periodo de tiempo no más allá de 5 años, que esta tecnología ya pueda estar en el mercado», proyecta. Además del queroseno para aviones, el proceso también genera diésel, ampliando aún más su potencial impacto. El equipo de la UDT se ha enfocado en la caracterización del combustible obtenido, confirmando que cumple con las especificaciones técnicas del queroseno de aviación. El próximo paso es escalar la producción y realizar pruebas de mezcla con combustible tradicional. La meta para este año es ambiciosa: producir el primer litro de combustible de aviación a partir de plástico en Chile. Este hito marcaría un paso decisivo hacia un futuro más sostenible para la aviación y el manejo de residuos.
La Empresa Nacional del Petróleo (Enap) logró producir, por primera vez, diésel en norma chilena con menor huella de carbono denominado “Diésel Renovable Enap” en su Refinería Aconcagua, ubicada en Concón, región de Valparaíso. Se trata de un hito para el país, pues es producido a partir de aceite usado de cocina, y su mayor virtud es que, junto con tener características químicas idénticas que el diésel tradicional, cada litro de este tipo de aceite que es transformado en diésel permite reducir en un 80% el CO2 equivalente. El producto cumple con la normativa chilena NCH 62, que regula estos combustibles. A través de un certificador independiente, se confirmó que el proceso del “Diésel Renovable Enap” reduce la huella de carbono en comparación al diésel tradicional. El procesamiento del volumen de la prueba permitió reducir la emisión en aproximadamente 1.000 toneladas de CO2 equivalentes. La presidenta del Directorio de Enap, Gloria Maldonado, destacó lo histórico de esta producción para el desarrollo de Chile y la compañía, que este 2025 cumple 80 años. “La energía del mañana se produce hoy. Y la Enap del futuro es una que avanza de forma responsable hacia la generación de combustibles bajos en carbono, en línea con nuestro relevante rol como empresa del Estado. Producir combustibles renovables es un punto clave dentro de nuestro Plan Estratégico 2040, con el que aspiramos a ser protagonistas en la descarbonización del país, disponiendo combustibles con menor impacto medioambiental”, comentó. Por su parte, el gerente general de Enap, Julio Friedmann, dijo que “el éxito de este desarrollo, llevado a cabo en una de nuestras refinerías, nos permite ampliar nuestra oferta en combustibles, incorporando soluciones con menor huella de CO2 para nuestros clientes y consumidores finales. De hecho, ya tenemos firmado acuerdos para desarrollar y comercializar este tipo de combustibles”. Al respecto, el ministro de Energía, Diego Pardow, sostuvo que este hito “demuestra, una vez más, que la Empresa Nacional del Petróleo está a la vanguardia en términos de innovación y desarrollo tecnológico en el camino de la transición energética”. La ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y vocera (s) de Gobierno, Aisén Etcheverry, destacó el impacto en el cuidado del medio ambiente. “Valoramos mucho esta iniciativa de Enap, donde se suman esfuerzos de un trabajo colaborativo, que es lo que nos permite efectivamente hacer las transformaciones, cambiar las cosas, abordar los desafíos con nuevas herramientas, resultando en cifras realmente impresionantes como la reducción en un 80% en la huella de carbono de este diésel”, expresó. ¿Cómo es el proceso? Fueron equipos de diferentes áreas y unidades de negocio de Enap los que trabajaron en la habilitación de la producción de combustibles renovables en Refinería Aconcagua, trabajo que consideró un riguroso análisis técnico de materias primas y la compatibilidad de la infraestructura existente. “Este hito en nuestra historia energética demuestra el compromiso de las trabajadoras y trabajadores de Enap con el país y es reflejo de la épica interna que les genera la motivación de poder aportar a un mejor medio ambiente y calidad de vida de las chilenas y chilenos”, dijo el gerente general de Enap. En agosto del pasado año 2024, la empresa realizó la prueba de producción del ”Diésel Renovable Enap”. Esto, a partir del procesamiento de 350 mil litros de aceite usado de restoranes y locales de comida rápida del país. Al segundo día de la prueba, la empresa logró transformarlo en diésel renovable, gracias a un proceso de hidrotratamiento. Este resultado confirma la identidad innovadora de la estatal y la capacidad de adaptar su infraestructura para la generación de nuevos combustibles. Además, ambientalmente, es un circuito de economía circular.
El Niño y La Niña, las dos caras de la moneda climática que llamamos ENSO ( El Niño-Oscilación del Sur). Este péndulo climático se encuentra ahora en pleno cambio de fase: si durante el año pasado el mundo se encontraba en su fase de El Niño, ahora nos dirigimos al lado opuesto, La Niña. Se trata de fenómenos de alcance mundial, por lo que haremos un repaso de qué ENSO y cuáles son las consecuencias que podemos prever de este cambio de fase que tenemos delante. Por tratarse de las dos caras de una misma moneda, podemos explicar qué es La Niña dentro del contexto de la oscilación completa. El ciclo de ENSO es una oscilación climática un tanto irregular que se da por la alternancia entre temperaturas más cálidas y más frías en un área del Pacífico. Si El Niño es la fase “cálida” de este proceso, La Niña es la fase “fría”. El problema es que estas fluctuaciones en la temperatura del agua de una estrecha franja oceánica desencadenan un efecto dominó de consecuencias climáticas que se hacen notar en mayor o menor medida en buena parte del mundo. Especialmente, por proximidad, en las costas occidentales de Sudamérica. En esta zona, el fenómeno de El Niño genera intensas lluvias que se extienden también por la costa pacífica de Norteamérica. Los efectos de La Niña son, como cabe esperar, bien distintos. Esta fase se relaciona con fuertes vientos alisios, un descenso de la temperatura ecuatorial y, si El Niño se relacionaba con fuertes lluvias e inundaciones, La Niña trae consigo temporadas más secas. Sin embargo las consecuencias de esta alternancia se expanden por todo el mundo. En el caso de La Niña podemos poner ejemplos como sequías en el Cuerno de África y en la zona sur de Sudamérica. La Niña también puede traer consigo precipitaciones en algunos lugares, como el sudeste asiático y partes de Oceanía. Un caso particular es el de México, donde reduce las precipitaciones en el norte y centro pero las aumenta en la costa del Pacífico. La alternancia entre El Niño y La Niña también tiene un impacto sobre la distribución de los huracanes. La aparición de estas tormentas extremas depende en buena medida de la temperatura en la superficie del océano. El Niño se relaciona con temperaturas más altas en el Pacífico, lo que hace que en esta fase la temporada de huracanes en el Pacífico oriental sea más intensa. En contraste, La Niña “suaviza” la intensidad de los huracanes en el pacífico oriental pero hace que la temporada atlántica de huracanes sea más temible. Este es el motivo por el que los meteorólogos esperan que la segunda mitad del verano vea un repunte en la actividad de estas tormentas en el Atlántico norte, Caribe y golfo de México. Los impactos pueden variar de región a región y no siempre son simétricos. En España, por ejemplo, los efectos de La Niña suelen hacerse notar más, lo que suele traducirse en años con menos precipitaciones y propensos a la sequía. En Chile, La Niña puede moderar las temperaturas y las precipitaciones, haciendo que los años no sean extremadamente cálidos ni húmedos La Niña se acerca Además de los impactos climáticos, ENSO tiene otro problema: es muy difícil predecir este ciclo. No solo es difícil estimar con precisión cuándo se producirá el cambio de ciclo, tampoco es fácil determinar qué intensidad tendrá la siguiente etapa en esta oscilación. Es por eso que desde primavera llevamos escuchando diversas estimaciones sobre cuándo llegará por fin La Niña, sabemos que está cerca pero no sabemos del todo cuán cerca se encuentra la alternancia. Según estimaciones recientes hay un 70% de probabilidades de que La Niña llegue entre agosto y septiembre. Las temperaturas medias mundiales llevan mes tras mes batiendo récords y suman ya más de un año consecutivo de esta anomalía cálida. Muchos expertos creen que El Niño tiene parte de la culpa (que no toda). En este sentido, existe cierto optimismo con respecto a lo que La Niña nos puede traer: un descenso de las temperaturas medias globales, un respiro climático. En los océanos es posible que el cambio de tendencia haya comenzado: la temperatura media de las aguas del planeta ya no está por encima de la que veíamos el año pasado por estas fechas (aunque tampoco está muy por debajo). Quizás la temperatura atmosférica siga este camino. Aún así, la tendencia a largo plazo, probablemente marcada por el cambio climático, no es tan optimista en este sentido. Una curiosidad sobre este fenómeno es el origen del nombre. Este procede de la expresión “El Niño de Navidad” y tiene su probable origen en el siglo XVII. Fueron los pescadores de la costa oeste de Sudamérica los primeros en percibir este singular patrón climático. Puesto que El Niño tiende a presentar su pico de actividad en el mes de diciembre, estos comenzaron a asociar el fenómeno climático con la Natividad. La Niña, por su parte, recibiría su nombre en contraposición e esta primera onomástica.