En un ensayo revolucionario, una pierna biónica controlada por el cerebro ha permitido a personas con amputaciones caminar un 41% más rápido y superar escaleras y obstáculos con mayor facilidad. El dispositivo, desarrollado por el MIT, permite a los usuarios flexionar, apuntar y rotar el pie de la prótesis utilizando solo sus pensamientos, lo que mejora significativamente la marcha y la estabilidad. El sistema biónico lee la actividad en los músculos residuales de la pierna del paciente y usa estas señales para controlar un tobillo eléctrico. “Nadie ha podido mostrar este nivel de control cerebral que produce una marcha natural, donde el sistema nervioso humano controla el movimiento, no un algoritmo de control robótico”, afirma el Prof. Hugh Herr, codirector del K Lisa Yang Center for Bionics en el MIT, en conversación con The Guardian. En el ensayo, publicado en Nature Medicine, participaron siete pacientes con la pierna biónica y siete con prótesis tradicionales. Los resultados mostraron no solo una mejora en la velocidad y estabilidad, sino también menos dolor y atrofia muscular. Además, los usuarios de la pierna biónica sintieron que la prótesis formaba parte de su cuerpo, una diferencia significativa respecto a las prótesis convencionales. La prótesis requiere una cirugía pionera conocida como interfaz mioneural agonista-antagonista (AMI). Este procedimiento preserva las conexiones naturales entre los músculos de la pierna, lo que permite que las contracciones musculares residuales controlen el movimiento de la pierna biónica. Durante una amputación convencional, estas conexiones se cortan, pero en la cirugía AMI, se reconectan los músculos, permitiendo un control más natural del tobillo eléctrico. El equipo del MIT, liderado por Herr, espera que una versión comercial de la pierna biónica esté disponible dentro de cinco años, ofreciendo una nueva esperanza a los pacientes amputados. “Esto va a llevar a un cambio radical en la atención clínica para muchos pacientes en todo el mundo,” concluye Herr.
Un reciente estudio sugiere que el tetrahidrocannabinol (THC), el principal componente activo del cannabis, podría revertir los signos convencionales del envejecimiento cerebral. Investigadores de Alemania e Israel observaron estos efectos en ratones, lo que abre la puerta a nuevas investigaciones sobre cómo mantener el cerebro humano más saludable y agudo durante el envejecimiento. El estudio, publicado en ACS Pharmacology & Translational Science, se centró en la señalización de la proteína mTOR, conocida por regular el metabolismo celular. Se descubrió que el THC activa esta proteína en el cerebro, lo que facilita la formación de nuevas conexiones neuronales, clave para la función cognitiva. Curiosamente, en el tejido adiposo, el THC reduce la actividad de mTOR, un efecto similar al de una dieta controlada en calorías, que también se asocia con el envejecimiento más lento. Los experimentos se llevaron a cabo en dos grupos de ratones: jóvenes (de cuatro meses) y mayores (de 18 meses), a los cuales se les administró una dosis baja diaria de THC durante 28 días. Los ratones tratados mostraron un aumento en la producción de proteínas sinápticas, cruciales para la memoria y el aprendizaje, y una disminución de la actividad mTOR en el tejido adiposo, lo que podría ser un indicio de sus efectos antienvejecimiento. Aunque los resultados en ratones son prometedores, los investigadores enfatizan la necesidad de estudios adicionales en humanos. El THC ha mostrado tanto beneficios como riesgos para el cerebro, por lo que cualquier aplicación futura deberá ser cuidadosamente monitoreada. Este hallazgo abre nuevas posibilidades para el desarrollo de tratamientos que puedan mejorar la salud cerebral en la vejez, manteniendo la cognición y reduciendo los efectos del envejecimiento.
La música tiene un gran impacto en el cerebro, ya que afecta a varias áreas del mismo, como las responsables de la memoria, el movimiento y el estado de ánimo. La música es, incluso, capaz de estimular la actividad de varias áreas cerebrales al mismo tiempo. Siempre que sea a una intensidad normal y adecuada, ya que la música a gran intensidad puede ser perjudicial para nuestros oídos. Pero no sólo ocurre con la música que escuchamos sino, al cantar o tocar algún instrumento. Estas actividades favorecen la salud de nuestro cerebro, lo estimulan y favorecen la memoria. Áreas del cerebro sobre las que actúa La música actúa sobre diferentes áreas de nuestro cerebro por distintos motivos: A nivel general Hipotálamo Núcleo accumbens Área tegmental vertebral. La tonalidad de la música En el córtex prefrontal Cerebelo Lóbulo temporal Las letras actúan en Área de Wernicke Área de Broca (según el tipo de canción) Córtex visual (imaginando partes de la canción) Córtex motor Respuestas emocionales El ritmo Córtex frontal izquierdo Córtex parietal izquierdo Cerebelo derecho Además activa los centros de recompensa y placer de nuestro cerebro La música estimula Escuchar o tocar música nos ayuda a concentrarnos, favorece la memoria, pero además estimula varias áreas del cerebro y la producción de: Óxido nítrico, una sustancia vasodilatadora. Libera serotonina. Ayuda a reducir los niveles de cortisol, hormona responsable del estrés y la ansiedad. Segregas Prolactina, hormona de la tristeza o que sirve como calmante de la pena. Efectos positivos de la música en el cerebro La música ayuda a mantener tu salud cerebral y presenta efectos muy positivos, siempre que se escuche a una intensidad adecuada: Mejora del rendimiento cognitivo Reducción del estrés Mejora del estado de ánimo Mejora la memoria Además, se utiliza en rehabilitación, debido a que puede ayudar en la recuperación de personas con problemas neurológicos o algunas enfermedades mentales. La música mejora el estado de ánimo e invita a moverse Cuando la música llega a nuestro oídos, las ondas sonoras se convierten en impulsos nerviosos que viajan a varias áreas del cerebro, incluidas las que liberan dopamina. Escuchar música te hace sentir mejor y promueve las interacciones sociales. Las personas que interpretan canciones o cantan sienten menos la soledad y tienen una mejor calidad de vida. Además, la música favorece el movimiento, otro componente clave en la salud cerebral. La música puede ser una manera placentera de hacer ejercicio, ya que hace que parezca más fácil y entretenido. La música como terapia Muchos expertos utilizan la música para ayudar a sus pacientes a recuperarse de enfermedades y lesiones cerebrales, relajarse o aliviar sus síntomas. Por ejemplo, en adultos que sufren Parkinson, la música y el baile les ayuda a fortalecer el movimiento. En personas con demencia, la música la utilizan para evocar recuerdos mediante canciones de la infancia que pueden ayudarles a recordar personas y lugares. También se puede utilizar para tratar la agitación como agresividad, ansiedad, desasosiego, etc. Mejora la salud del cerebro La música aporta grandes beneficios para la salud de nuestro cerebro. Actividades como cantar, escuchar canciones nuevas y conocidas o hacer música con los demás, favorecen la memoria y la actividad cerebral. Tocar un instrumento también es muy beneficioso para el cerebro, ya que requiere del uso de muchas aptitudes cognitivas como la atención y la memoria.
Los hay de muchos sabores, suelen triunfar los días de calor y pueden alegrarnos un mal día. Efectivamente, hablamos de los helados. Pocas personas se negarían a uno, ya sea de pistacho o de chocolate, pero, ¿por qué nos gustan tanto? El origen de los helados se desconoce, aunque parece que la primera huella data de hace más de 3.000 años en Oriente, y que de ahí pasó a la India y, por último, a Grecia e Italia, desde donde se difundió al resto de Europa. Años más tarde, llegó hasta Estados Unidos y, desde entonces, este país se convirtió en el número uno tanto en producción como en consumo. Los expertos afirman que este producto funciona como exorfinas en el sistema nervioso, estas son similares a las endorfinas, pero las obtenemos a través de algunos alimentos. Estas generan una sensación de bienestar en el cerebro y, además, contribuyen a modular el estrés y la ansiedad. Asimismo, un estudio del Instituto de Psiquiatría de Londres ha confirmado que cuando comemos helado se activan las zonas del cerebro asociadas al placer. Por ello, al sentirnos tan bien al comerlo, nuestro cerebro quiere más y se crea una adicción, que controlada puede ser muy agradable. Otros estudios se remontan a muchos años atrás, cuando el ser humano era nómada y comía lo que cazaba o recolectaba. En esa etapa de la historia, los humanos asociaban los alimentos más dulces a gran ingesta calórica y fuente de energía, lo que significaba mayor probabilidad de supervivencia. Así, cuando ahora consumimos productos dulces, se activan las vías del cerebro relacionadas con la recompensa y el refuerzo. Lo que explicaría por qué las personas con a nsiedad sienten cierto confort al comer helado. Además, los helados industriales suelen llevar bastante grasa y azúcar y cuando estos dos se mezclan en el equilibrio químico perfecto nuestro cerebro lo traduce en felicidad.
Es inevitable. Escuchamos esa canción en la radio, en el coche o en la discoteca y, casi sin darnos cuenta, empezamos a bailar. Ese impulso irresistible de movernos al ritmo de ciertas canciones, conocido como groove, es un fenómeno conocido para muchos, pero los motivos detrás de esta reacción no siempre han sido claros. Recientes investigaciones han comenzado a desentrañar los mecanismos que subyacen a esa sensación rítmica que nos empuja a movernos por un ritmo musical concreto, sugiriendo que el secreto radica en la estructura rítmica de la música, concretamente en el grado de síncopa. La ‘magia’ del groove En concreto, la síncopa se refiere a patrones rítmicos donde los acentos ocurren en momentos inesperados, haciendo que el ritmo sea menos predecible. En otras palabras, es una estrategia compositiva que rompe de alguna manera la regularidad del ritmo. Y este aspecto de la música juega un papel trascendental en nuestra respuesta motora a los sonidos. Ahora, un estudio reciente dirigido por el neurocientífico cognitivo Benjamin Morillon, de la Universidad de Aix-Marsella (Francia), ha revelado que un nivel medio de síncopa es el más efectivo para desencadenar el deseo de bailar. Los resultados se han publicado en la revista Science Advances. Para llegar a estas conclusiones, los investigadores realizaron una serie de experimentos con más de 60 participantes. En concreto, Morillon y su equipo expusieron a los voluntarios a 12 melodías diferentes con variaciones en el grado de síncopa. “Creamos melodías con distintos grados de predictibilidad rítmica (síncopa) y pedimos a los participantes que valoraran su deseo de querer moverse (groove)”, explican los autores, matizando que ambos conceptos están correlacionados. Los resultados revelaron que los participantes sintieron mayor necesidad de moverse con melodías que tenían un nivel medio de síncopa, en comparación con aquellas que resultaron ser demasiado predecibles o sorprendentes. Por tanto, los expertos han determinado que no provoca el mismo deseo de bailar ni un ritmo completamente regular ni uno excesivamente caótico, sino un grado de ‘previsibilidad rítmica’ moderada. Cómo procesa el cerebro el ritmo Para comprender mejor cómo el cerebro convierte la música en movimiento, Morillon y sus colegas midieron la actividad cerebral de 29 personas utilizando magnetoencefalografía mientras escuchaban música. Descubrieron que la corteza auditiva del cerebro, responsable de procesar los estímulos auditivos, sigue principalmente el ritmo de la melodía. Por otro lado, la vía auditiva dorsal, que conecta la corteza auditiva con las áreas de movimiento, se alinea con el ritmo básico. Así pues, los investigadores creen que el impulso de bailar o groove surge en esta vía y luego se transmite a las áreas motoras del cerebro como una señal de movimiento. Asimismo, el estudio también utilizó modelos matemáticos para representar sus hallazgos, mostrando una curva en U invertida donde el mayor deseo de moverse se encontraba en un nivel medio de previsibilidad rítmica. Una modelización que sugiere que con un nivel moderado de sincopación, nuestro cerebro puede extraer el ritmo periódico de las melodías, facilitando así el movimiento rítmico. El ritmo y el movimiento Pero no es la primera vez que la relación entre música y movimiento ha sido objeto de estudio. En 2014, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) y la Universidad de Oxford (Reino Unido) encontró que la música con ritmos complejos, pero que aún permitían la predicción de los beats, era más propensa a inducir el deseo de bailar. Además, aquel trabajo también puso de manifiesto que los ritmos moderadamente complejos eran los más efectivos para generar una respuesta motora. En este sentido, una investigación publicada en 2016 por científicos de la Universidad de Jyväskylä (Finlandia), analizó cómo afectan a nuestra propensión a movernos los diferentes géneros musicales. Constataron que la música electrónica de baile (EDM), con sus patrones rítmicos repetitivos pero ligeramente variables, era particularmente eficaz para inducir movimientos de baile en los oyentes. Es más, con este estudio reforzaron la idea de que la previsibilidad moderada, combinada con una cierta variabilidad, es clave para estimular la respuesta motora. Otras aplicaciones Sea como fuere, lo cierto es que comprender por qué ciertas canciones nos ‘obligan’ a bailar tiene implicaciones más allá de la mera curiosidad científica. Los expertos creen que estos hallazgos podrían influir tanto en la forma en que abordamos la terapia musical como en el tratamiento de trastornos del movimiento. Por ejemplo, las personas con enfermedades como el Parkinson suelen tener dificultades para coordinar sus movimientos, por lo que la música con el nivel adecuado de síncopa podría utilizarse para mejorar su capacidad de moverse rítmicamente. Además, estos hallazgos podrían facilitar el diseño de experiencias musicales más atractivas en diversos contextos, desde la industria del entretenimiento hasta programas de ejercicio y bienestar.
En un ensayo revolucionario, una pierna biónica controlada por el cerebro ha permitido a personas con amputaciones caminar un 41% más rápido y superar escaleras y obstáculos con mayor facilidad. El dispositivo, desarrollado por el MIT, permite a los usuarios flexionar, apuntar y rotar el pie de la prótesis utilizando solo sus pensamientos, lo que mejora significativamente la marcha y la estabilidad. El sistema biónico lee la actividad en los músculos residuales de la pierna del paciente y usa estas señales para controlar un tobillo eléctrico. “Nadie ha podido mostrar este nivel de control cerebral que produce una marcha natural, donde el sistema nervioso humano controla el movimiento, no un algoritmo de control robótico”, afirma el Prof. Hugh Herr, codirector del K Lisa Yang Center for Bionics en el MIT, en conversación con The Guardian. En el ensayo, publicado en Nature Medicine, participaron siete pacientes con la pierna biónica y siete con prótesis tradicionales. Los resultados mostraron no solo una mejora en la velocidad y estabilidad, sino también menos dolor y atrofia muscular. Además, los usuarios de la pierna biónica sintieron que la prótesis formaba parte de su cuerpo, una diferencia significativa respecto a las prótesis convencionales. La prótesis requiere una cirugía pionera conocida como interfaz mioneural agonista-antagonista (AMI). Este procedimiento preserva las conexiones naturales entre los músculos de la pierna, lo que permite que las contracciones musculares residuales controlen el movimiento de la pierna biónica. Durante una amputación convencional, estas conexiones se cortan, pero en la cirugía AMI, se reconectan los músculos, permitiendo un control más natural del tobillo eléctrico. El equipo del MIT, liderado por Herr, espera que una versión comercial de la pierna biónica esté disponible dentro de cinco años, ofreciendo una nueva esperanza a los pacientes amputados. “Esto va a llevar a un cambio radical en la atención clínica para muchos pacientes en todo el mundo,” concluye Herr.
Un reciente estudio sugiere que el tetrahidrocannabinol (THC), el principal componente activo del cannabis, podría revertir los signos convencionales del envejecimiento cerebral. Investigadores de Alemania e Israel observaron estos efectos en ratones, lo que abre la puerta a nuevas investigaciones sobre cómo mantener el cerebro humano más saludable y agudo durante el envejecimiento. El estudio, publicado en ACS Pharmacology & Translational Science, se centró en la señalización de la proteína mTOR, conocida por regular el metabolismo celular. Se descubrió que el THC activa esta proteína en el cerebro, lo que facilita la formación de nuevas conexiones neuronales, clave para la función cognitiva. Curiosamente, en el tejido adiposo, el THC reduce la actividad de mTOR, un efecto similar al de una dieta controlada en calorías, que también se asocia con el envejecimiento más lento. Los experimentos se llevaron a cabo en dos grupos de ratones: jóvenes (de cuatro meses) y mayores (de 18 meses), a los cuales se les administró una dosis baja diaria de THC durante 28 días. Los ratones tratados mostraron un aumento en la producción de proteínas sinápticas, cruciales para la memoria y el aprendizaje, y una disminución de la actividad mTOR en el tejido adiposo, lo que podría ser un indicio de sus efectos antienvejecimiento. Aunque los resultados en ratones son prometedores, los investigadores enfatizan la necesidad de estudios adicionales en humanos. El THC ha mostrado tanto beneficios como riesgos para el cerebro, por lo que cualquier aplicación futura deberá ser cuidadosamente monitoreada. Este hallazgo abre nuevas posibilidades para el desarrollo de tratamientos que puedan mejorar la salud cerebral en la vejez, manteniendo la cognición y reduciendo los efectos del envejecimiento.
La música tiene un gran impacto en el cerebro, ya que afecta a varias áreas del mismo, como las responsables de la memoria, el movimiento y el estado de ánimo. La música es, incluso, capaz de estimular la actividad de varias áreas cerebrales al mismo tiempo. Siempre que sea a una intensidad normal y adecuada, ya que la música a gran intensidad puede ser perjudicial para nuestros oídos. Pero no sólo ocurre con la música que escuchamos sino, al cantar o tocar algún instrumento. Estas actividades favorecen la salud de nuestro cerebro, lo estimulan y favorecen la memoria. Áreas del cerebro sobre las que actúa La música actúa sobre diferentes áreas de nuestro cerebro por distintos motivos: A nivel general Hipotálamo Núcleo accumbens Área tegmental vertebral. La tonalidad de la música En el córtex prefrontal Cerebelo Lóbulo temporal Las letras actúan en Área de Wernicke Área de Broca (según el tipo de canción) Córtex visual (imaginando partes de la canción) Córtex motor Respuestas emocionales El ritmo Córtex frontal izquierdo Córtex parietal izquierdo Cerebelo derecho Además activa los centros de recompensa y placer de nuestro cerebro La música estimula Escuchar o tocar música nos ayuda a concentrarnos, favorece la memoria, pero además estimula varias áreas del cerebro y la producción de: Óxido nítrico, una sustancia vasodilatadora. Libera serotonina. Ayuda a reducir los niveles de cortisol, hormona responsable del estrés y la ansiedad. Segregas Prolactina, hormona de la tristeza o que sirve como calmante de la pena. Efectos positivos de la música en el cerebro La música ayuda a mantener tu salud cerebral y presenta efectos muy positivos, siempre que se escuche a una intensidad adecuada: Mejora del rendimiento cognitivo Reducción del estrés Mejora del estado de ánimo Mejora la memoria Además, se utiliza en rehabilitación, debido a que puede ayudar en la recuperación de personas con problemas neurológicos o algunas enfermedades mentales. La música mejora el estado de ánimo e invita a moverse Cuando la música llega a nuestro oídos, las ondas sonoras se convierten en impulsos nerviosos que viajan a varias áreas del cerebro, incluidas las que liberan dopamina. Escuchar música te hace sentir mejor y promueve las interacciones sociales. Las personas que interpretan canciones o cantan sienten menos la soledad y tienen una mejor calidad de vida. Además, la música favorece el movimiento, otro componente clave en la salud cerebral. La música puede ser una manera placentera de hacer ejercicio, ya que hace que parezca más fácil y entretenido. La música como terapia Muchos expertos utilizan la música para ayudar a sus pacientes a recuperarse de enfermedades y lesiones cerebrales, relajarse o aliviar sus síntomas. Por ejemplo, en adultos que sufren Parkinson, la música y el baile les ayuda a fortalecer el movimiento. En personas con demencia, la música la utilizan para evocar recuerdos mediante canciones de la infancia que pueden ayudarles a recordar personas y lugares. También se puede utilizar para tratar la agitación como agresividad, ansiedad, desasosiego, etc. Mejora la salud del cerebro La música aporta grandes beneficios para la salud de nuestro cerebro. Actividades como cantar, escuchar canciones nuevas y conocidas o hacer música con los demás, favorecen la memoria y la actividad cerebral. Tocar un instrumento también es muy beneficioso para el cerebro, ya que requiere del uso de muchas aptitudes cognitivas como la atención y la memoria.
Los hay de muchos sabores, suelen triunfar los días de calor y pueden alegrarnos un mal día. Efectivamente, hablamos de los helados. Pocas personas se negarían a uno, ya sea de pistacho o de chocolate, pero, ¿por qué nos gustan tanto? El origen de los helados se desconoce, aunque parece que la primera huella data de hace más de 3.000 años en Oriente, y que de ahí pasó a la India y, por último, a Grecia e Italia, desde donde se difundió al resto de Europa. Años más tarde, llegó hasta Estados Unidos y, desde entonces, este país se convirtió en el número uno tanto en producción como en consumo. Los expertos afirman que este producto funciona como exorfinas en el sistema nervioso, estas son similares a las endorfinas, pero las obtenemos a través de algunos alimentos. Estas generan una sensación de bienestar en el cerebro y, además, contribuyen a modular el estrés y la ansiedad. Asimismo, un estudio del Instituto de Psiquiatría de Londres ha confirmado que cuando comemos helado se activan las zonas del cerebro asociadas al placer. Por ello, al sentirnos tan bien al comerlo, nuestro cerebro quiere más y se crea una adicción, que controlada puede ser muy agradable. Otros estudios se remontan a muchos años atrás, cuando el ser humano era nómada y comía lo que cazaba o recolectaba. En esa etapa de la historia, los humanos asociaban los alimentos más dulces a gran ingesta calórica y fuente de energía, lo que significaba mayor probabilidad de supervivencia. Así, cuando ahora consumimos productos dulces, se activan las vías del cerebro relacionadas con la recompensa y el refuerzo. Lo que explicaría por qué las personas con a nsiedad sienten cierto confort al comer helado. Además, los helados industriales suelen llevar bastante grasa y azúcar y cuando estos dos se mezclan en el equilibrio químico perfecto nuestro cerebro lo traduce en felicidad.
Es inevitable. Escuchamos esa canción en la radio, en el coche o en la discoteca y, casi sin darnos cuenta, empezamos a bailar. Ese impulso irresistible de movernos al ritmo de ciertas canciones, conocido como groove, es un fenómeno conocido para muchos, pero los motivos detrás de esta reacción no siempre han sido claros. Recientes investigaciones han comenzado a desentrañar los mecanismos que subyacen a esa sensación rítmica que nos empuja a movernos por un ritmo musical concreto, sugiriendo que el secreto radica en la estructura rítmica de la música, concretamente en el grado de síncopa. La ‘magia’ del groove En concreto, la síncopa se refiere a patrones rítmicos donde los acentos ocurren en momentos inesperados, haciendo que el ritmo sea menos predecible. En otras palabras, es una estrategia compositiva que rompe de alguna manera la regularidad del ritmo. Y este aspecto de la música juega un papel trascendental en nuestra respuesta motora a los sonidos. Ahora, un estudio reciente dirigido por el neurocientífico cognitivo Benjamin Morillon, de la Universidad de Aix-Marsella (Francia), ha revelado que un nivel medio de síncopa es el más efectivo para desencadenar el deseo de bailar. Los resultados se han publicado en la revista Science Advances. Para llegar a estas conclusiones, los investigadores realizaron una serie de experimentos con más de 60 participantes. En concreto, Morillon y su equipo expusieron a los voluntarios a 12 melodías diferentes con variaciones en el grado de síncopa. “Creamos melodías con distintos grados de predictibilidad rítmica (síncopa) y pedimos a los participantes que valoraran su deseo de querer moverse (groove)”, explican los autores, matizando que ambos conceptos están correlacionados. Los resultados revelaron que los participantes sintieron mayor necesidad de moverse con melodías que tenían un nivel medio de síncopa, en comparación con aquellas que resultaron ser demasiado predecibles o sorprendentes. Por tanto, los expertos han determinado que no provoca el mismo deseo de bailar ni un ritmo completamente regular ni uno excesivamente caótico, sino un grado de ‘previsibilidad rítmica’ moderada. Cómo procesa el cerebro el ritmo Para comprender mejor cómo el cerebro convierte la música en movimiento, Morillon y sus colegas midieron la actividad cerebral de 29 personas utilizando magnetoencefalografía mientras escuchaban música. Descubrieron que la corteza auditiva del cerebro, responsable de procesar los estímulos auditivos, sigue principalmente el ritmo de la melodía. Por otro lado, la vía auditiva dorsal, que conecta la corteza auditiva con las áreas de movimiento, se alinea con el ritmo básico. Así pues, los investigadores creen que el impulso de bailar o groove surge en esta vía y luego se transmite a las áreas motoras del cerebro como una señal de movimiento. Asimismo, el estudio también utilizó modelos matemáticos para representar sus hallazgos, mostrando una curva en U invertida donde el mayor deseo de moverse se encontraba en un nivel medio de previsibilidad rítmica. Una modelización que sugiere que con un nivel moderado de sincopación, nuestro cerebro puede extraer el ritmo periódico de las melodías, facilitando así el movimiento rítmico. El ritmo y el movimiento Pero no es la primera vez que la relación entre música y movimiento ha sido objeto de estudio. En 2014, un estudio realizado por científicos de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) y la Universidad de Oxford (Reino Unido) encontró que la música con ritmos complejos, pero que aún permitían la predicción de los beats, era más propensa a inducir el deseo de bailar. Además, aquel trabajo también puso de manifiesto que los ritmos moderadamente complejos eran los más efectivos para generar una respuesta motora. En este sentido, una investigación publicada en 2016 por científicos de la Universidad de Jyväskylä (Finlandia), analizó cómo afectan a nuestra propensión a movernos los diferentes géneros musicales. Constataron que la música electrónica de baile (EDM), con sus patrones rítmicos repetitivos pero ligeramente variables, era particularmente eficaz para inducir movimientos de baile en los oyentes. Es más, con este estudio reforzaron la idea de que la previsibilidad moderada, combinada con una cierta variabilidad, es clave para estimular la respuesta motora. Otras aplicaciones Sea como fuere, lo cierto es que comprender por qué ciertas canciones nos ‘obligan’ a bailar tiene implicaciones más allá de la mera curiosidad científica. Los expertos creen que estos hallazgos podrían influir tanto en la forma en que abordamos la terapia musical como en el tratamiento de trastornos del movimiento. Por ejemplo, las personas con enfermedades como el Parkinson suelen tener dificultades para coordinar sus movimientos, por lo que la música con el nivel adecuado de síncopa podría utilizarse para mejorar su capacidad de moverse rítmicamente. Además, estos hallazgos podrían facilitar el diseño de experiencias musicales más atractivas en diversos contextos, desde la industria del entretenimiento hasta programas de ejercicio y bienestar.