Lo primero para entender las teorías sobre el origen —más bien, creación— de estas criaturas es que la historia de la saga cambió cuando llegó ‘Prometheus’, la primera de las precuelas que se ubican antes de los hechos acontecidos a partir de ‘Alien: El octavo pasajero’. Es en ‘Prometheus’ donde se arroja luz sobre el nacimiento de estos terroríficos monstruos. En ‘Alien: El octavo pasajero’, cuando se descubre una antigua nave espacial abandonada, se menciona que es un bombardero diseñado para descargar su mortífera carga y eliminar todo rastro de vida de un planeta. Se sobreentiende que se trata de esas naves con aspecto de aro del planeta LV-223 (‘Prometheus’). Dichas naves albergan en su interior centenares de vasijas llenas de ese extraño líquido negro capaz de alterar todo lo que toca, llegando incluso a engendrar monstruos en el interior de las personas en las que se deposita. No existe una explicación oficial, pero la gran mayoría de fans de la saga dan por válida la teoría de que los Ingenieros crearon a los Xenomorfos con la intención de usarlos como arma. Una implacable y moral arma biológica. Los Ingenieros, una especie extraterrestre de aspecto humanoide, piel blanca y una altura de aproximadamente tres metros, se dedicaban a terraformar planetas y sembrar vida en ellos, tal y como se explica en ‘Prometheus’. De hecho, de acuerdo con la película, l os Ingenieros también son los creadores del ser humano. Eso sí, no tenían planes muy alentadores para ellos, ya que también se da a conocer el hecho de que pretendían reiniciar el ecosistema de la Tierra y para acabar con todo rastro de vida terrestre, dicha arma biológica sería enviada al planeta. En el final de ‘Prometheus’, luego de un enfrentamiento entre un Ingeniero y una mutación del patógeno, en la escena final se ve cómo un Diácono brota del interior de su cuerpo. Esta criatura se parece mucho al Xenomorfo que posteriormente aparece por primera vez —según la cronología— en ‘Alien: Covenant’, luego de los intentos del androide David de crear al monstruo perfecto tras descubrir y retomar los experimentos llevados a cabo por los Ingenieros.
Era el gran amigo de un extraterrestre llegado a la Tierra desde el planeta Melmac y al que le encantaba comer gatos. Benji Gregory, el actor que interpretaba al niño Brian Tanner en la célebre serie de televisión ALF, ha fallecido con solo 46 años en la localidad de Peirona (Arizona, Estados Unidos), han informado medios de ese país. Aunque la noticia de la muerte de Gregory se ha sabido este jueves, su hermana Rebecca declaró a la web TMZ que Gregory fue encontrado muerto en su automóvil en un aparcamiento de una oficina del Chase Bank en Peoria, ciudad de 154.000 habitantes, el pasado 13 de junio. La Oficina del Forense del Condado de Maricopa ha informado de que la causa de la muerte de Gregory aún está pendiente. Rebecca Gregory señaló que su hermano sufría de depresión, era bipolar y tenía un trastorno del sueño que a menudo lo mantenía despierto durante días. Además, el actor declaró en alguna entrevista que había sido alcohólico (por lo que acudió a reuniones de Alcohólicos Anónimos, en una de ellas coincidió con otro actor de Alf, Max Wrigh, que hacía de su padre en la serie) y que consumió drogas durante unos cinco años, lo que le llevó a sufrir un accidente con su coche. La familia de Gregory ha añadido que probablemente lo que sucedió es que fue al banco a una gestión el día 12 de junio y que posteriormente se quedó dormido en su coche, donde murió por un golpe de calor debido a las elevadas temperaturas que están azotando al Estado de Arizona, según el medio TMZ. Al triste final de Benji se añade el de su perro, Hans, con el que estaba en el coche y que también murió. Benjamin Gregory Hertzberg había nacido el 26 de mayo de 1978 en Los Ángeles. Debutó en la serie La isla de la fantasía (emitida entre 1978 y 1984), después tuvo apariciones en varias producciones de los ochenta, como El Equipo A, Cuentos asombrosos o Punky Brewster, entre otras. También participó en la película Jumpin’ Jack Flash, de 1986, protagonizada por Whoopi Goldberg. Sin embargo, para la generación que hoy roza los cincuenta Gregory está indudablemente ligado a ALF (acrónimo de Alien Life Form, forma de vida extraterrestre) la entrañable y divertida serie que se unía, como años atrás la película de Steven Spielberg E.T. el extraterrestre (1982), a quienes querían mostrar a los alienígenas como seres divertidos y con cualidades humanas y no como una amenaza para los terrícolas. En este caso, lo hacía de manera un tanto paródica del célebre filme. La telecomedia, creada por Paul Fusco y Tom Patchett, la empezó a emitirse en 1986 la cadena NBC en EE UU —donde se convirtió en un fenómeno, incluidas camisetas de ALF for president! en año electoral— y después llegó a exhibirse en unos cincuenta países. La serie tuvo cuatro temporadas y un centenar de episodios, alcanzando una gran popularidad por varias razones: una deliciosa sintonía, los Tanner, que representaban a una familia convencional (un matrimonio con una hija adolescente y un niño), aunque tuvieran que cargar con las travesuras de Alf, especialmente el padre de familia, Willie (al que daba vida el actor Max Wright). Pero lo que hacía a Alf diferente era, sin duda, el humor del personaje central desde que este aterrizó por casualidad con su platillo volante en el jardín de los Tanner tras dejar Melmac antes de que estuviera a punto de explotar. Su gran fijación era comerse a Lucky, el gato que convivía con ellos (quien sabe si hoy habría quien lo viera esto políticamente incorrecto). En definitiva, era una serie que podía ver toda la familia y niños de diferentes edades. Precisamente, el personaje de Brian defendía a capa y espada a su amigo, una marioneta de complicado manejo que parecía un cruce entre oso hormiguero y erizo, en especial del Ejército estadounidense, que buscaba al alienígena, y de los vecinos y extraños para que no lo descubrieran. Gregory dejó en los noventa el mundo del espectáculo, aunque estudió en la Academy of Art College, universidad privada de San Francisco. Posteriormente, en 2003, se alistó en la Marina estadounidense, aunque dos años después tuvo que abandonar por sus problemas de salud.
Descubierto a finales de 1963 por José María Soler en la Rambla del Panadero, resguardado hoy en el Museo de Villena en Alicante, España, el Tesoro de Villena brilla como uno de los hallazgos más impresionantes de la Edad del Bronce (2.200 a 750 a.C.) en la península ibérica y tal vez en toda Europa. Lo curioso es que recientes investigaciones han revelado que dos de sus piezas, aunque corroídas, podrían ser las joyas más valiosas del conjunto. Dirigidos por Salvador Rovira-Llorens, exjefe de conservación del Museo Arqueológico Nacional de España, un grupo de investigadores ha hecho un descubrimiento sorprendente. Un brazalete y una semiesfera hueca, ambas adornadas con oro y custodiadas celosamente en una vitrina blindada del museo, resultaron no estar hechas de cualquier metal terrestre, sino de hierro procedente de meteoritos. Este hallazgo, publicado en enero en la revista Trabajos de Prehistoria, propone que las técnicas metalúrgicas en la península ibérica de hace más de 3.000 años eran mucho más avanzadas de lo que se pensaba anteriormente. Debate científico alrededor del Tesoro de Villena El debate en torno al Tesoro de Villena –compuesto por 66 objetos, entre ellos 27 brazaletes y 11 cuencos, además de algunas piezas de plata o hierro– ha sido intenso, especialmente por la cronología exacta de estos objetos dentro de la Edad del Bronce. Y es que, para este conjunto, aunque sus piezas han sido intensamente estudiadas, no se ha podido establecer una relación con otros yacimientos similares. En particular, dos objetos han capturado la atención: una pequeña semiesfera hueca, que podría ser parte de un cetro o empuñadura de espada, y una singular pulsera con forma de torques. Ambos presentan un aspecto ferroso, es decir, parecen estar hechos de hierro, lo que es un enigma, dado que la Edad de Hierro, cuando el hierro fundido comenzó a reemplazar al bronce, no se inició hasta alrededor del 850 a.C. Sin embargo, la nueva investigación ha arrojado luz sobre este misterio, demostrando que estas piezas fueron creadas en la Edad del Bronce Tardío (1.400-1.200 a.C.) con hierro de origen extraterrestre. ¿Cómo se sabe que proviene de un meteorito? En concreto, hay una forma de distinguir si el mineral es de origen extraterrestre: el hierro de los meteoritos contiene una aleación de hierro y níquel, con níquel en proporciones superiores al 5 % respecto al hierro excavado del suelo terrestre. Teniendo esto en cuenta, los investigadores realizaron análisis adicionales en el laboratorio Curt-Engelhorn-Zentrum Archäometrie de Alemania, utilizando técnicas más sensibles que confirmaron, a pesar del alto grado de corrosión, la presencia de hierro meteorítico con una proporción de níquel del 5,5 % en el casquete. Aunque la pulsera tenía una proporción inferior, del 2,8 %, los resultados globales apoyan la teoría de su origen extraterrestre. Los datos disponibles apuntan a que el casquete y la pulsera del Tesoro de Villena serían de momento las dos primeras piezas atribuibles a hierro meteorítico en la península ibérica, lo que es compatible con una cronología del Bronce Tardío, anterior al inicio de la producción generalizada de hierro terrestre, explican los investigadores. Otros ejemplos: la daga de hierro meteorítico de Tutankamón Fuera de la Península Ibérica, existen en todo el mundo numerosos artefactos de hierro anteriores a la Edad de Hierro que fueron forjados a partir de meteoritos. Quizá el más famoso sea la daga de hierro meteorítico del faraón Tutankamón, pero hay otras armas de la Edad del Bronce fabricadas con este material, informa Science Alert. Estas dos piezas de hierro tenían un enorme valor. Por ello, fueron consideradas dignas de formar parte de este espectacular conjunto con numerosos y delicados objetos de oro y de un hierro muy especial. Quién los fabricó y de dónde se obtuvo este material son preguntas que aún quedan por responder, aseguró Ignacio Montero Ruiz, del Instituto de Historia del CSIC, según reportó El País en febrero de este año. Este hallazgo no solo destaca la importancia del Tesoro de Villena, sino que también abre nuevas perspectivas sobre el conocimiento y la tecnología de las civilizaciones antiguas en la Península Ibérica. Sin duda, el misterio de estos objetos de hierro meteorítico continuará fascinando a investigadores y entusiastas de la arqueología por igual.
Lo primero para entender las teorías sobre el origen —más bien, creación— de estas criaturas es que la historia de la saga cambió cuando llegó ‘Prometheus’, la primera de las precuelas que se ubican antes de los hechos acontecidos a partir de ‘Alien: El octavo pasajero’. Es en ‘Prometheus’ donde se arroja luz sobre el nacimiento de estos terroríficos monstruos. En ‘Alien: El octavo pasajero’, cuando se descubre una antigua nave espacial abandonada, se menciona que es un bombardero diseñado para descargar su mortífera carga y eliminar todo rastro de vida de un planeta. Se sobreentiende que se trata de esas naves con aspecto de aro del planeta LV-223 (‘Prometheus’). Dichas naves albergan en su interior centenares de vasijas llenas de ese extraño líquido negro capaz de alterar todo lo que toca, llegando incluso a engendrar monstruos en el interior de las personas en las que se deposita. No existe una explicación oficial, pero la gran mayoría de fans de la saga dan por válida la teoría de que los Ingenieros crearon a los Xenomorfos con la intención de usarlos como arma. Una implacable y moral arma biológica. Los Ingenieros, una especie extraterrestre de aspecto humanoide, piel blanca y una altura de aproximadamente tres metros, se dedicaban a terraformar planetas y sembrar vida en ellos, tal y como se explica en ‘Prometheus’. De hecho, de acuerdo con la película, l os Ingenieros también son los creadores del ser humano. Eso sí, no tenían planes muy alentadores para ellos, ya que también se da a conocer el hecho de que pretendían reiniciar el ecosistema de la Tierra y para acabar con todo rastro de vida terrestre, dicha arma biológica sería enviada al planeta. En el final de ‘Prometheus’, luego de un enfrentamiento entre un Ingeniero y una mutación del patógeno, en la escena final se ve cómo un Diácono brota del interior de su cuerpo. Esta criatura se parece mucho al Xenomorfo que posteriormente aparece por primera vez —según la cronología— en ‘Alien: Covenant’, luego de los intentos del androide David de crear al monstruo perfecto tras descubrir y retomar los experimentos llevados a cabo por los Ingenieros.
Era el gran amigo de un extraterrestre llegado a la Tierra desde el planeta Melmac y al que le encantaba comer gatos. Benji Gregory, el actor que interpretaba al niño Brian Tanner en la célebre serie de televisión ALF, ha fallecido con solo 46 años en la localidad de Peirona (Arizona, Estados Unidos), han informado medios de ese país. Aunque la noticia de la muerte de Gregory se ha sabido este jueves, su hermana Rebecca declaró a la web TMZ que Gregory fue encontrado muerto en su automóvil en un aparcamiento de una oficina del Chase Bank en Peoria, ciudad de 154.000 habitantes, el pasado 13 de junio. La Oficina del Forense del Condado de Maricopa ha informado de que la causa de la muerte de Gregory aún está pendiente. Rebecca Gregory señaló que su hermano sufría de depresión, era bipolar y tenía un trastorno del sueño que a menudo lo mantenía despierto durante días. Además, el actor declaró en alguna entrevista que había sido alcohólico (por lo que acudió a reuniones de Alcohólicos Anónimos, en una de ellas coincidió con otro actor de Alf, Max Wrigh, que hacía de su padre en la serie) y que consumió drogas durante unos cinco años, lo que le llevó a sufrir un accidente con su coche. La familia de Gregory ha añadido que probablemente lo que sucedió es que fue al banco a una gestión el día 12 de junio y que posteriormente se quedó dormido en su coche, donde murió por un golpe de calor debido a las elevadas temperaturas que están azotando al Estado de Arizona, según el medio TMZ. Al triste final de Benji se añade el de su perro, Hans, con el que estaba en el coche y que también murió. Benjamin Gregory Hertzberg había nacido el 26 de mayo de 1978 en Los Ángeles. Debutó en la serie La isla de la fantasía (emitida entre 1978 y 1984), después tuvo apariciones en varias producciones de los ochenta, como El Equipo A, Cuentos asombrosos o Punky Brewster, entre otras. También participó en la película Jumpin’ Jack Flash, de 1986, protagonizada por Whoopi Goldberg. Sin embargo, para la generación que hoy roza los cincuenta Gregory está indudablemente ligado a ALF (acrónimo de Alien Life Form, forma de vida extraterrestre) la entrañable y divertida serie que se unía, como años atrás la película de Steven Spielberg E.T. el extraterrestre (1982), a quienes querían mostrar a los alienígenas como seres divertidos y con cualidades humanas y no como una amenaza para los terrícolas. En este caso, lo hacía de manera un tanto paródica del célebre filme. La telecomedia, creada por Paul Fusco y Tom Patchett, la empezó a emitirse en 1986 la cadena NBC en EE UU —donde se convirtió en un fenómeno, incluidas camisetas de ALF for president! en año electoral— y después llegó a exhibirse en unos cincuenta países. La serie tuvo cuatro temporadas y un centenar de episodios, alcanzando una gran popularidad por varias razones: una deliciosa sintonía, los Tanner, que representaban a una familia convencional (un matrimonio con una hija adolescente y un niño), aunque tuvieran que cargar con las travesuras de Alf, especialmente el padre de familia, Willie (al que daba vida el actor Max Wright). Pero lo que hacía a Alf diferente era, sin duda, el humor del personaje central desde que este aterrizó por casualidad con su platillo volante en el jardín de los Tanner tras dejar Melmac antes de que estuviera a punto de explotar. Su gran fijación era comerse a Lucky, el gato que convivía con ellos (quien sabe si hoy habría quien lo viera esto políticamente incorrecto). En definitiva, era una serie que podía ver toda la familia y niños de diferentes edades. Precisamente, el personaje de Brian defendía a capa y espada a su amigo, una marioneta de complicado manejo que parecía un cruce entre oso hormiguero y erizo, en especial del Ejército estadounidense, que buscaba al alienígena, y de los vecinos y extraños para que no lo descubrieran. Gregory dejó en los noventa el mundo del espectáculo, aunque estudió en la Academy of Art College, universidad privada de San Francisco. Posteriormente, en 2003, se alistó en la Marina estadounidense, aunque dos años después tuvo que abandonar por sus problemas de salud.
Descubierto a finales de 1963 por José María Soler en la Rambla del Panadero, resguardado hoy en el Museo de Villena en Alicante, España, el Tesoro de Villena brilla como uno de los hallazgos más impresionantes de la Edad del Bronce (2.200 a 750 a.C.) en la península ibérica y tal vez en toda Europa. Lo curioso es que recientes investigaciones han revelado que dos de sus piezas, aunque corroídas, podrían ser las joyas más valiosas del conjunto. Dirigidos por Salvador Rovira-Llorens, exjefe de conservación del Museo Arqueológico Nacional de España, un grupo de investigadores ha hecho un descubrimiento sorprendente. Un brazalete y una semiesfera hueca, ambas adornadas con oro y custodiadas celosamente en una vitrina blindada del museo, resultaron no estar hechas de cualquier metal terrestre, sino de hierro procedente de meteoritos. Este hallazgo, publicado en enero en la revista Trabajos de Prehistoria, propone que las técnicas metalúrgicas en la península ibérica de hace más de 3.000 años eran mucho más avanzadas de lo que se pensaba anteriormente. Debate científico alrededor del Tesoro de Villena El debate en torno al Tesoro de Villena –compuesto por 66 objetos, entre ellos 27 brazaletes y 11 cuencos, además de algunas piezas de plata o hierro– ha sido intenso, especialmente por la cronología exacta de estos objetos dentro de la Edad del Bronce. Y es que, para este conjunto, aunque sus piezas han sido intensamente estudiadas, no se ha podido establecer una relación con otros yacimientos similares. En particular, dos objetos han capturado la atención: una pequeña semiesfera hueca, que podría ser parte de un cetro o empuñadura de espada, y una singular pulsera con forma de torques. Ambos presentan un aspecto ferroso, es decir, parecen estar hechos de hierro, lo que es un enigma, dado que la Edad de Hierro, cuando el hierro fundido comenzó a reemplazar al bronce, no se inició hasta alrededor del 850 a.C. Sin embargo, la nueva investigación ha arrojado luz sobre este misterio, demostrando que estas piezas fueron creadas en la Edad del Bronce Tardío (1.400-1.200 a.C.) con hierro de origen extraterrestre. ¿Cómo se sabe que proviene de un meteorito? En concreto, hay una forma de distinguir si el mineral es de origen extraterrestre: el hierro de los meteoritos contiene una aleación de hierro y níquel, con níquel en proporciones superiores al 5 % respecto al hierro excavado del suelo terrestre. Teniendo esto en cuenta, los investigadores realizaron análisis adicionales en el laboratorio Curt-Engelhorn-Zentrum Archäometrie de Alemania, utilizando técnicas más sensibles que confirmaron, a pesar del alto grado de corrosión, la presencia de hierro meteorítico con una proporción de níquel del 5,5 % en el casquete. Aunque la pulsera tenía una proporción inferior, del 2,8 %, los resultados globales apoyan la teoría de su origen extraterrestre. Los datos disponibles apuntan a que el casquete y la pulsera del Tesoro de Villena serían de momento las dos primeras piezas atribuibles a hierro meteorítico en la península ibérica, lo que es compatible con una cronología del Bronce Tardío, anterior al inicio de la producción generalizada de hierro terrestre, explican los investigadores. Otros ejemplos: la daga de hierro meteorítico de Tutankamón Fuera de la Península Ibérica, existen en todo el mundo numerosos artefactos de hierro anteriores a la Edad de Hierro que fueron forjados a partir de meteoritos. Quizá el más famoso sea la daga de hierro meteorítico del faraón Tutankamón, pero hay otras armas de la Edad del Bronce fabricadas con este material, informa Science Alert. Estas dos piezas de hierro tenían un enorme valor. Por ello, fueron consideradas dignas de formar parte de este espectacular conjunto con numerosos y delicados objetos de oro y de un hierro muy especial. Quién los fabricó y de dónde se obtuvo este material son preguntas que aún quedan por responder, aseguró Ignacio Montero Ruiz, del Instituto de Historia del CSIC, según reportó El País en febrero de este año. Este hallazgo no solo destaca la importancia del Tesoro de Villena, sino que también abre nuevas perspectivas sobre el conocimiento y la tecnología de las civilizaciones antiguas en la Península Ibérica. Sin duda, el misterio de estos objetos de hierro meteorítico continuará fascinando a investigadores y entusiastas de la arqueología por igual.