19 de marzo de 2025
Hace un mes y medio que Carlos Furche Guajardo asumió como nuevo director nacional del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), pero el ingeniero agrónomo dice que pese al poco tiempo en el cargo conoce desde hace años el funcionamiento de la institución.
Claro, porque Furche se desempeñó como ministro de Agricultura, entre los años 2014 y 2018, durante el segundo periodo de la Presidenta Michelle Bachelet.
En entrevista con El Día, el profesional abordó temas como la sequía y las diversas apuestas que tienen como INIA en materia de tecnología, investigación, innovación y el mejoramiento genético.
-¿Cómo analiza este primer mes y medio a cargo del INIA?
“Ha sido para mí, extremadamente interesante. Lo digo no solo desde el punto de vista institucional, sino estrictamente desde el punto de vista profesional. Soy un profesional del agro, y constatar la cantidad de cosas e iniciativas interesantes que INIA desarrolla ha sido, efectivamente, muy atractivo e interesante. Cada uno de los centros tiene su propia especialidad, su manera de articular, su trabajo y su vinculación con el medio en el cual desarrolla su actividad. Así que, de verdad, me siento honrado por esta designación como director nacional de INIA”.
-¿Cómo la institución lleva adelante el combate contra la sequía?
“Tuvimos una reunión con todos los directivos del Ministerio de Agricultura, y todos los directores de servicios. En esa conversación quedó muy claro, y es una opinión que comparto desde hace mucho tiempo, que en realidad no debemos pensar que estamos frente a una sequía, sino frente a una situación estructural de escasez de recursos hídricos. No solo para la agricultura, sino en general para todas las actividades en la Región de Coquimbo. En consecuencia, debemos desarrollar una estrategia que considere esto como un dato. No tiene sentido imaginar que, como es una sequía, en algún momento se va a terminar y volveremos a la situación previa. Creo que hay que trabajar con otra hipótesis: la de que estamos frente a una situación estructural”.
-¿Han existido muchos cambios de políticas entre cada gobierno para enfrentar la escasez hídrica?
“Cuando fui ministro, se tomaron ciertas políticas que, a lo mejor después, se fueron dejando de lado. Quizás llovió mucho y luego se borró un poco cuando cayó algo de agua. Creo que eso es lo que hay que evitar. Me tocó ir al embalse La Paloma, que era el más grande de Chile, y tenía solo un 2% de su capacidad; estaba prácticamente seco. Luego vino un año un poco mejor, pero los embalses en esta región no se llenan por la lluvia, sino porque nieva en la cordillera, y en primavera y verano, el deshielo permite llenarlos. Pero más allá de eso, creo que aquí hay que tener una mirada que se sostenga, en el mediano y largo plazo, una agricultura en condiciones de aridez o semiaridez”.
-¿Cómo el INIA aporta en este combate contra la sequía?
“He dicho, y lo repito: que la agricultura en las regiones del Norte Chico de nuestro país, Atacama y, sobre todo Coquimbo, es una especie de barrera natural al avance del desierto hacia el sur. Por tanto, debemos hacer todo lo posible por mantener la agricultura en la región, en condiciones de mayor eficiencia, sustentabilidad y uso más eficaz de los recursos hídricos. La agricultura es uno de los pilares del desarrollo de la zona, y hay que contribuir a que se adapte a esta nueva situación estructural. Ahí es donde el trabajo de INIA es insustituible, con tecnología y también con el tema genético”.
-Y el tema del mejoramiento genético, ¿es vital para potenciar la agricultura de la zona?
“El INIA tiene tres bases que considero esenciales en su trabajo. Primero, la genética: el mejoramiento genético y la generación de nuevas variedades, algo que los colegas aquí hacen. En segundo lugar, tiene una tarea insustituible en la conservación de nuestros recursos genéticos, nuestro patrimonio genético, que es el seguro que tenemos para preservar nuestra biodiversidad y garantizar la alimentación de las generaciones futuras. En Vicuña está el principal centro de conservación de recursos genéticos de Chile. No es solo regional, es el principal del país. Y hay una tercera línea de trabajo, que es la difusión, la vinculación con el medio, la promoción, la innovación y su explicación a los productores. Esa es la tercera línea principal de trabajo, que también se desarrolla de manera muy activa aquí”.
-Y los agricultores de la región, ¿se adaptan a estos avances?
“Los agricultores tienen distintos programas. INIA no lo hace solo; lo hace asociado con INDAP y con el sector privado. Pero la tarea es generar innovación y contribuir a que esa innovación se conozca y sea adoptada por los productores. Para eso hay distintas vías y mecanismos”.
-Una de las principales actividades que realizó en la región fue participar en el lanzamiento de un libro sobre la historia de la papaya.
“El libro sobre la papaya es una manera de INIA de vincularse con el medio. Muestra el origen y la importancia cultural y económica del cultivo de la papaya, un producto distintivo de La Serena. Además, abre el espacio para trabajar en una denominación de origen, agregando valor al producto y protegiéndolo de la presión urbanística, que ha reducido su superficie cultivada”.
-¿Existen otros productos que estén potenciando?
“En cuanto a otros productos, como la vid y las hortalizas, también enfrentan desafíos. La presión inmobiliaria ha afectado la producción de papaya, perdiéndose alrededor de 100 hectáreas. Este factor ha influido más que la sequía. Sin embargo, la región tiene una identidad fuerte con productos como el queso de cabra, el pisco y la papaya, que son parte de su patrimonio cultural y económico. Es crucial adaptar la agricultura a la nueva realidad de escasez hídrica. Los embalses, aunque importantes, no son suficientes. Debemos explorar otras soluciones, como la desalinización y mejorar la eficiencia en el uso del agua. INIA juega un papel clave en esta transición, acompañando a los agricultores en la adopción de tecnologías y prácticas sostenibles. En esta región existe una paradoja, porque tiene la mayor cantidad de embalses y volumen potencial de acumulación de agua, pero es insuficiente el volumen de recursos hídricos para maximizar la capacidad de esos embalses. Por eso es importante trabajar en la eficiencia. La mitad del recurso hídrico se utiliza con métodos tecnificados, y todavía hay un espacio suficiente para mejorar”.
-¿Hubo un error en apostar por embalses y no en otras soluciones como desaladoras?
“Los embalses vienen de la década de los 60. No fue un error, pero sí es necesario tener estrategias de fuentes diversas. Una es el uso de recursos hídricos mediante técnicas modernas de riego; otra es el reúso de recursos hídricos. Las desaladoras, hasta ahora, tienen un nivel de costo por metro cúbico que no es compatible con la explotación agrícola. Se necesita mejorar la eficiencia y bajar los costos del agua desalada”.
Fuente: DiarioElDia Región