27 de mayo de 2024
Es importante denunciar las injusticias o lo que percibimos como injusto. No debemos permitir que pisoteen nuestros derechos. La queja es una reacción común ante los problemas que enfrentamos en la vida, y es positivo expresarnos cuando creemos que tenemos razón en un asunto puntual que puede resolverse con la queja, el problema es cómo afecta a nuestro cerebro.
Cuando la queja es constante o muy habitual, deja de ser positiva y puede ser percibida como una actitud negativa ante todo. En ese caso, más que una crítica puntual, se ve como una actitud generalizada.
Esto tiene una doble vertiente: por un lado, das una percepción excesivamente quisquillosa o poco colaborativa ante los demás; por otro, puedes estar dañando tu propio cerebro.
Es crucial entender que el cerebro humano está diseñado para prestar más atención a los aspectos negativos que a los positivos, un rasgo heredado de nuestros ancestros para detectar amenazas y peligros. Sin embargo, en el mundo actual, no hay tantos peligros constantes.
Cuando nos quejamos, activamos procesos mentales que pueden afectar nuestro bienestar mental y nuestra capacidad intelectual.
La queja activa la amígdala, una zona del cerebro clave en el procesamiento de emociones negativas, lo que desencadena la liberación de hormonas del estrés, como el cortisol.
Si el cortisol circula continuamente en el cuerpo, puede afectar negativamente nuestro estado de ánimo y, a largo plazo, tener efectos perjudiciales para la salud, como un mayor riesgo cardiovascular o de diabetes.
Además, al quejarnos, sobrecargamos la corteza prefrontal, la región del cerebro responsable de la toma de decisiones y la resolución de problemas. Esta sobrecarga puede dificultar el pensamiento claro y la toma de decisiones eficaz.
Las consecuencias a largo plazo en el cerebro
El daño cerebral a largo plazo puede ser aún más significativo.
La queja también se ha relacionado con una disminución del hipocampo, que es la parte del cerebro más utilizada en el aprendizaje y la memoria. Las investigaciones sugieren que tan solo 30 minutos de quejas diarias pueden provocar esta reducción en el hipocampo.
Otros estudios han demostrado que la queja también puede disminuir la materia gris en la corteza prefrontal y la amígdala. Esta disminución se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar trastornos mentales como la depresión y la ansiedad.
Además, las personas que se quejan constantemente suelen tener una menor conectividad entre estas dos partes del cerebro. Esto significa que tienen dificultades para regular sus emociones y enfrentar cambios, lo que les hace tener más problemas para tomar decisiones.
En resumen, si te quejas constantemente, estás obstaculizando tus propios pensamientos, impidiendo que tomes buenas decisiones y perjudicando tu capacidad de memoria y aprendizaje.
Es importante analizar y limitar nuestras quejas. Además, la queja constante tiende a perder efectividad. Es mejor reservarla para situaciones verdaderamente necesarias.