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Estrés escolar: EDUCANDO PARA UNA “MENTALIDAD DE CRECIMIENTO”

​En vez de decir: “No puedo hacer esto” o “Soy un tonto porque me saqué una mala nota”, los niños deben aprender a pensar: “No puedo hacerlo todavía, con esfuerzo lo lograré”.

20 de junio de 2024

El concepto “Mentalidad de crecimiento” fue descrito por Carol S. Dweck en su libro Mindset (2006), donde explica que cada persona tiene una percepción sobre las habilidades propias y de otros. Esta percepción varía desde una “mentalidad fija”, que supone que la inteligencia es innata y no puede modificarse, a una “mentalidad de crecimiento”, donde las habilidades se pueden cultivar por medio del trabajo y el esfuerzo, incluso ante una dificultad o el fracaso. 

Un concepto que cobra relevancia ad-portas de terminar un nuevo semestre escolar, cuando el cansancio y el estrés pueden anteceder a las vacaciones de invierno, sobre todo si los resultados académicos no son los esperados.

Soledad Casal psicóloga y Coordinadora del Programa de Habilidades Socioemocionales y Liderazgo de los colegios de la red Cognita, señala que “Las exigencias y tensiones forman parte de lo cotidiano, por lo tanto, todos los niños, niñas y adolescentes van a sentir estrés en algún momento de sus vidas, y una cierta dosis de éste, cuando cuentan con herramientas socioemocionales y apoyo adecuado de los padres y el colegio, puede considerarse como un factor positivo, que los ayuda e impulsa a responder al desafío que se les presenta”.

En ese sentido, los estudiantes deben lidiar frecuentemente con situaciones de alta demanda, sin embargo, cuando éstas son muy intensas o duraderas, como por ejemplo las percibidas a finales de un semestre escolar, podrían llegar a ejercer una presión significativa y superar la capacidad para responder adaptativamente.

De acuerdo con la especialista “esto puede manifestarse con dolores de cabeza, de estómago, problemas para dormir, disminución del apetito, taquicardia, crisis de llanto sin causa aparente, temores nuevos o recurrentes, angustia o preocupación excesiva por las notas o las tareas escolares, dificultades de memoria, atención y concentración, conductas regresivas o agresivas, entre otros”. Momento en que se deben encender las alertas y recurrir a un especialista que pueda evaluar.

Lidiar con la frustración y educar en el esfuerzo

Para que los niños, niñas y adolescentes sean capaces de lidiar con el fracaso, la desilusión, y el estrés, las familias y el sistema educativo deberían promover la “mentalidad de crecimiento”, una manera de ver los desafíos y contratiempos que plantea la destacada psicóloga e investigadora norteamericana Carol S. Dweck, y que la psicóloga Soledad Casal, de Cognita, desarrolla: “Las personas que tienen una “mentalidad fija” se frustran fácilmente y tienden a evitar desafíos. Mientras que quienes tienen una “mentalidad de crecimiento” se animan a enfrentar las dificultades y retos, entendiendo que son oportunidades de aprendizaje para desarrollar mejor sus habilidades”.

Así, por ejemplo, en lugar de pensar: “No puedo hacer esto”, o “Soy un tonto porque me saqué una mala nota”, los niños aprenden a pensar: “No puedo hacerlo todavía, pero con esfuerzo lo lograré”. De la misma manera, es sumamente relevante que los adultos aprecien el esfuerzo de los niños, aunque luego no se vea reflejado en las calificaciones escolares. 

Valorar el proceso que hizo ese estudiante; el compromiso con sus tareas, su comportamiento en clase, el interés por aprender, entre otros, más que el resultado final. Ya que ese esfuerzo, compromiso y perseverancia, será lo que le permitirá afrontar un fracaso o error, sin frustrarse, y con la disposición a aprender de él, mejorando sus habilidades”, explica la experta el liderazgo infanto-juvenil.

Asimismo, señala que los padres, madres y adultos a cargo, pueden ayudar a sus hijos/as a enfrentar y reducir el estrés, entendiendo qué variables o situaciones podrían estar generándolo y, revisando qué apoyo están dando para prevenirlo o reducirlo. “En este sentido, existen numerosas estrategias de manejo del estrés, que pueden emplearse en el hogar y también en el contexto escolar”, comenta Soledad Casal, de Cognita:​

  • Practicar ejercicios de relajación cotidianamente (utilizando la respiración),
  • Promover habilidades organizativas (tiempo y espacio): enseñándoles a administrar adecuadamente su tiempo, priorizar sus actividades (“primero lo primero”), como también mantener el orden del espacio de trabajo. 
  • Asegurar el descanso adecuado: tanto en la cantidad de horas que duerme, como en el horario de irse a dormir.
  • Controlar la sobreexposición a pantallas.
  • Propiciar actividades deportivas, de esparcimiento y de ocio.
  • Considerar el clima emocional que se vive en el hogar, y dar un ejemplo saludable, manteniendo el propio estrés bajo control, ya que el estrés parental incide en el estrés de nuestros hijos/as.
  • Practicar la escucha empática, procurando entender el sentir del niño/a y validarlo.
  • Buscar ayuda profesional, si el estrés es excesivo, y no disminuye con el tiempo.





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