23 de agosto de 2023
Si comparamos el ADN de dos personas cualquiera de la Tierra que no sean parientes descubriremos que solo se diferencian genéticamente en un 0,1 %. Puede parecer poco, pero es un mundo. La razón de que seamos únicos es el sexo. Cuando hace 2.200 millones de años la naturaleza descubrió que barajando los genes de dos individuos distintos la evolución aceleraba, ganamos la individualidad.
Gemelos no tan idénticos
Nunca habrá dos sujetos con un patrimonio genético idéntico, salvo los hermanos gemelos. Ahora bien, incluso estos no son tan parecidos, al menos si dejamos a un lado el ADN. Un ejemplo lo tenemos en Juan Barbachano y su hermana gemela Liana Hoemke. Juan nació como Juanita, aunque muy pronto se sintió un varón encerrado en el cuerpo de una mujer. Tras un tratamiento para el cambio de sexo, ahora es un hombre. Visto lo visto, la probabilidad de que exista alguien igual a nosotros es cero.
¿Y si nos clonamos?
Si nos clonáramos, se crearía una copia genéticamente idéntica de un individuo existente. En teoría, un clon sería muy similar al individuo original en términos de su información genética y, por lo tanto, podría tener rasgos físicos y biológicos similares. Sin embargo, hay varios aspectos clave a considerar en relación con la clonación humana. La diversidad genética es uno de ellos. Aunque el clon sería genéticamente idéntico al individuo original, se desarrollaría y viviría en un entorno diferente. Esto significa que estaría expuesto a diferentes experiencias y factores ambientales que podrían influir en su desarrollo y personalidad.