Entre los cientos de guiones e historias que esperan su turno de selección en los archivos de Netflix en California se encuentra la vida de una artista chilena de fama mundial que, sin dudas, garantiza el impacto de una serie o biopic. Su muerte en 1997, pobre y enferma, no condenó
al olvido a Rosita Serrano, la cantante y actriz que deslumbró en Europa con una voz que cautivó a Alemania en su época de esplendor y gloria entremezclada con los horrores del nazismo. PUBLICIDADSu existencia ofrece todos los matices de un libreto apasionante, donde se matizan el éxito artístico, el amor, la riqueza y el espionaje bajo los ecos de una guerra. Su nombre real era María Martha Aldunate del Campo, nacida en Quilpué (1912) y en Alemania llegó a ser conocida como
“Chilenische Nachtigall” (el Ruiseñor Chileno), en la década del treinta.Hermosa, distinguida y dueña de una voz conmovedora, Rosita era hija del diplomático Héctor Aldunate y de la soprano Sofia del Campo. El año 30 hizo una gira fundamental junto a su madre, visitando Brasil, Portugal, Francia y España hasta llegar a Berlín, donde se consagra en el Teatro Metropolitano. Era única en su estilo, haciendo recordar a otras divas como
Marlene Dietrich o Greta Garbo, y el compositor Peter Kreuder le gestiona un contrato con Radio Telefunken hasta cimentar su fama cantando composiciones importantes en alemán. Y luego, desde 1938, también actúa en películas de la Universum Film AG. Esa popularidad la lleva a establecer una relación cordial con la prensa nacionalsocialista, participando en varios recitales y ceremonias propagandísticas del Tercer Reich.Rosita fue una estrella en el famoso escenario del Wintergarten de Berlín incluso hasta 1942, cuando ya había estallado la
II Segunda Guerra Mundial. Se codeó con la alta sociedad y el régimen usufructuó también de su brillo. Según sus biógrafos, en plena guerra, y a diferencia de Marlene Dietrich –que emigró- ella se mantuvo en Alemania y recibió la admiración de altos jerarcas del régimen nazi, como el propio
Hitler, Göring y Goebbels.En esa época, la artista también hace presentaciones en otros países y da conciertos a beneficio de judíos y daneses refugiados en Suecia, lo que provoca el requisamiento de sus discos y grabaciones en Alemania. Una orden emitida en Berlín, el 5 de noviembre de 1943, señala que Rosita tendría un vínculo con un judío extranjero en Suiza, a quien le escribió una carta. En 1951 regresa a retomar su carera en el cine germano. “Rosita era única e irrepetible, Hay muchas mujeres bellas en el mundo, pero ella se imponía por presencia, tenía una personalidad muy fina y avasalladora”, recordó su sobrina, la
cantante Isabel Aldunate, en una entrevista. PUBLICIDADPudo compartir con ella en la década del 60, cuando la estrella vivió un tiempo con la familia Aldunate en Santiago. Y recuerda un diálogo de preadolescente con la artista: “¡Tía Rosita! Me dijeron que usted cantaba para Hitler, Goebbels y Göring. Dígame, ¿es verdad?”, le dijo. Y la repuesta quedó en su memoria: “¡Sí, mijita!, y mientras yo cantaba para los nazis escondí a cientos de judíos en mi casa”. La artista se radicó definitivamente en Chile en noviembre de 1991 y, seis años después, su vida se apaga sin el fulgor ni el encantamiento que la rodearon siempre. Al fin, casi como ofrenda a la memoria histórica, en la película “La casa de los espíritus”, su voz resuena cantando
“La Paloma” con aquella vitalidad que la hizo inmortal… PUBLICIDADPUBLICIDADPUBLICIDADPUBLICIDADPUBLICIDADPUBLICIDAD
Fuente:
Publimetro