La depresión está catalogada como enfermedad en el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM V), que la considera un estado de ánimo depresivo en la mayor parte del día, con disminución considerable del placer o interés por las actividades de las que antes se disfrutaba. Las cifras de prevalencia solo representan a las personas diagnosticadas. Pero podrían ser más porque en muchos casos esta enfermedad no se manifiesta de forma directa solo a través de los sentimientos de tristeza y muchos no están diagnosticados. La depresión tiene muchas caras. En algunas situaciones el cuadro depresivo se expresa a través de síntomas físicos más que psíquicos. Es una condición que se conoce con el nombre de depresión silenciosa, enmascarada u oculta, y esta no está reconocida en las clasificaciones de trastornos mentales a nivel internacional. Qué es la depresión silenciosa Muchas personas sufren depresión pero no lo parece: van a trabajar, participan en compromisos sociales o realizan las actividades cotidianas sin problema aparente. Pero, en el fondo, se sienten exhaustas porque todo les supone una lucha. La Asociación Americana de Psicología ( APA) define la depresión enmascarada como un “episodio depresivo mayor en el que el paciente se queja de síntomas físicos en lugar de alteración del estado de ánimo y no se puede encontrar una causa biológica de los síntomas físicos”. Los pacientes que la cargan suelen acudir al médico con quejas sobre distintos dolores y molestias orgánicas que viven cada día. Pero el origen del mal es psicológico, que acaba afectando al cuerpo de forma física. De hecho, se cree que hasta un 10% de las personas que acuden a los servicios de atención primaria tienen síntomas de depresión, pero pasan desapercibidos hasta un 50% de los casos. El paciente suele hablar de molestias somáticas y conductuales, alteraciones somáticas y trastornos físicos que suelen enmascarar la presencia de una depresión: Trastornos neurológicos : dolor de cabeza, cefaleas o parestesias son uno de los síntomas más frecuentes. Suelen ser de carácter tensional y de una intensidad leve-moderada. Trastornos neurovegetativos : astenia, lipotimias o hiperhidrosis Trastornos sensoriales : vértigos o acúfenos Trastornos digestivos : náuseas o alteración del ritmo intestinal Trastornos cardio-circulatorios, del ritmo cardíaco Otros trastornos como fatiga, problemas de sueño, pérdida de peso, impotencia, alopecia, disnea, picor en la piel o eccema, entre otros. Estos síntomas somáticos son más comunes sobre todo en mujeres, especialmente embarazadas, ancianos, niños o pacientes con enfermedades orgánicas asociadas. La sintomatología descrita dificulta este diagnóstico ya que suele enmascarar el verdadero trastorno. La mayoría de las veces esto supone un largo camino de especialista en especialista que retrasa el diagnóstico. Porque, casi siempre, ni el propio paciente entiende lo que le está sucediendo porque la depresión se esconde en un cansancio difuso o dolores indefinidos. Pero el trastorno subyacente es un trastorno depresivo que incluye síntomas típicos como bajo estado de ánimo, pérdida de interés hacia ciertas actividades, sentimiento de culpabilidad inapropiada, disminución de la capacidad de concentrarse y, en los casos más graves, ideas suicidas. Un tratamiento necesario lo más pronto posible Cuando la depresión reúne los criterios de trastorno depresivo mayor, como tristeza o bajo estado de ánimo, el diagnóstico llega más pronto que cuando es una depresión somatizada. Este retraso aumenta la posibilidad de que se cronifique el cuadro psicológico y se deteriora la calidad de vida de la persona porque pueden aparecer otras complicaciones médicas y psiquiátricas. Un tratamiento lo más precoz posible evita esta cronificación y, de forma especial, el dolor. El tratamiento suele iniciarse, como en cualquier otro tipo de depresión, con medicación antidepresiva o una intervención psicológica, o ambas a la vez si el médico lo considera necesario.
El amor, ese sentimiento tan profundo y misterioso que ha cautivado a la humanidad desde tiempos inmemoriales, es un fenómeno que ha sido objeto de estudio por parte de la neurociencia. Contrario a lo que se creía, el corazón no es el responsable de este sentimiento, sino que es el cerebro el órgano clave en la generación del amor. Según investigaciones realizadas por expertos en neurología, el enamoramiento desencadena una serie de procesos en el cerebro que involucran la liberación de diversas sustancias químicas. La dopamina, conocida como la hormona del placer, juega un papel fundamental al generar sensaciones gratificantes y crear una especie de adicción psicológica hacia la persona amada. Por otro lado, durante una etapa de desamor o duelo emocional, los niveles de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina experimentan cambios significativos. Estas alteraciones pueden estar relacionadas con trastornos obsesivos compulsivos (OCD) e incluso provocar síntomas similares a los experimentados en situaciones de estrés. La intensidad del amor también puede variar dependiendo del contexto. El amor a distancia se caracteriza por ser más cognitivo e imaginativo, mientras que enfrentar una pérdida afectiva activa regiones cerebrales vinculadas con las emociones y recuerdos. Los signos físicos del enamoramiento son evidentes: desde las famosasmariposas en el estómago hasta trastornos del sueño e insomnio. Incluso algunas civilizaciones han llegado a considerar al enamoramiento como una enfermedad debido a sus efectos sobre el apetito y estado anímico. Gracias a los avances en neurociencia podemos comprender mejor cómo opera este complejo sentimiento en nuestro cerebro. El amor no solo nos hace sentir emociones intensas; también desencadena reacciones químicas y neuronales que influyen directamente en nuestro comportamiento y bienestar emocional.
Bobby Kimball, quien fue el cantante principal de Toto durante dos períodos de la banda, de 1977 a 1984 y de 1998 a 2008, sufre demencia. La revelación de su estado de salud la hizo el guitarrista y líder de la banda, Steve Lukather, durante una entrevista con el portal EonMusic. Al explicar el comportamiento reciente de Bobby Kimball, la voz de éxitos como I'll Be Over You, 99 y Rosanna, dejó claro que su amigo está perdiendo la lucidez: Su mente ha estado en blanco cuando hablas con él. Es normal por un segundo, luego comienza a hablar de su infancia o algo así. En sus últimas presentaciones, Kimball incluso cometió errores con las letras y desafinó, como en una actuación de 2015 al cantar el clásico África.
Los adultos de mediana edad y mayores tienden a sentirse más jóvenes que su edad cronológica, según muestran las investigaciones. Y esto puede ser algo bueno. Una investigación ha encontrado consistentemente que sentirse más joven generalmente se asocia con una mejor salud. Markus Wettstein, psicólogo de la Universidad Humboldt de Berlín señaló, “sabemos que aquellos que se sienten más jóvenes son más saludables” y agregó: “también se mantienen más saludables con el tiempo”. Los adultos mayores que se sienten jóvenes de corazón no solo pueden vivir más tiempo, sino que también pueden tener una mayor satisfacción con la vida, un menor riesgo de demencia, menos síntomas de depresión y una mejor salud en el futuro. Una nueva investigación sugiere que los adultos de mediana edad y mayores de hoy pueden sentirse más jóvenes que sus antepasados. Un estudio publicado en Psychological Science informó que, con el tiempo, los adultos se han sentido más jóvenes y más jóvenes que aquellos de la misma edad cronológica en el pasado, incluso teniendo en cuenta otros factores que podrían influir en la edad subjetiva, como enfermedades crónicas, soledad. y nivel educativo. La investigación también encontró una brecha de género pronunciada. Las mujeres informaron sentirse más jóvenes que los hombres de la misma edad, una brecha que solo se ha ampliado en los últimos años, lo que puede explicar algunas de las tendencias en el sentimiento juvenil: las mujeres generalmente viven más y se sienten más saludables que los hombres, pero también están sujetas a una mayor presión social solo por envejecer. Wettstein consideró que, “existe este doble estándar de envejecimiento. Los estereotipos de edad sobre las mujeres son de alguna manera más negativos que sobre los hombres. Las mujeres mayores están incluso menos representadas en los medios que los hombres y también tienen una representación más negativa”. La investigación también encontró una brecha educativa, aunque es más pequeña. Las personas con más educación tenían edades subjetivas más jóvenes que aquellas con niveles de educación más bajos, pero esta brecha se está reduciendo. Sin embargo, Wettstein, indicó que debemos tener cuidado al proyectar tendencias en el futuro. Es posible que la esperanza de vida no continúe aumentando (en los Estados Unidos está disminuyendo) y tampoco la discriminación por edad en la sociedad. Nuestra edad subjetiva no es solo un marcador del envejecimiento, sino también un estado mental, y el estado de ánimo parece influir en la edad subjetiva de las personas, al menos a corto plazo. Un estudio encontró que, si haces que los adultos se sientan tristes al darles lecturas o música tristes, se sienten mayores después. Lo contrario también podría ser cierto. Otro estudio encontró que los adultos mayores que recibieron comentarios positivos en una prueba de memoria y les dijeron que se desempeñaron bien en comparación con otros de su edad, tendieron a sentirse más jóvenes después. La actividad física y la reducción del estrés también tienen un efecto positivo a largo plazo sobre la edad subjetiva, dijo Wettstein. Y concluyó: “Pero en realidad vemos que los adultos mayores no tienen un bienestar más bajo que los adultos más jóvenes. Esto es resiliencia ”.
El estrés se define como una sensación de tensión mental y preocupación desencadenada, en general, por circunstancias adversas. Este estado, que es inherente a la condición humana, actúa como respuesta instintiva y natural frente a diversos estímulos desafiantes. La manera en que los individuos lo gestionan determina su impacto en la salud y el bienestar, tal como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien en general el estrés ha sido asociado a los adultos y a la vorágine de su vida cotidiana, ahora, la ciencia puso el foco en los jóvenes, ya que un estudio liderado por expertos de la Universidad Estatal de Carolina del Norte planteó que pueden experimentar “sensaciones de envejecimiento” en días estresantes, especialmente cuando sienten que tienen menos control sobre sus vidas Esta investigación liderada por Shevaun Neupert, profesor de psicología en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, arrojó luz sobre cómo personas de entre 18 y 36 años pueden sentir los efectos del estrés en su percepción de la edad y en su bienestar físico y mental. El trabajo, titulado “El efecto de las creencias de control sobre la relación entre los factores estresantes diarios y la edad subjetiva en adultos más jóvenes”, fue publicado en la revista Mental Health Science. “La literatura nos dice que, cuando las personas mayores se sienten mayores de lo que realmente son, eso se asocia con una serie de resultados de salud negativos. Sin embargo, hay poca investigación que examine este problema en adultos más jóvenes: personas en la adolescencia y entre 20 y 30 años de edad. Una comprensión más profunda de este fenómeno en todos los grupos de edad podría ayudarnos a desarrollar intervenciones que protejan nuestro bienestar físico y mental”, dijo Neupert en un comunicado. Y agregó: “Este trabajo puede ser particularmente oportuno, ya que los investigadores del estrés están viendo un aumento en la cantidad de estrés que los adultos más jóvenes experimentan ahora en comparación con la cantidad de estrés que experimentaron las generaciones anteriores cuando eran jóvenes”. Para llegar a estas conclusiones, los expertos recolectaron datos de 107 adultos jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y 36 años, a través de encuestas diarias que se realizaron durante ocho días consecutivos. Estas encuestas buscaban capturar el nivel de estrés, la percepción de control sobre la vida y la edad subjetiva de los participantes. “Los participantes informaron haber experimentado niveles más altos de estrés de lo normal, también informaron verse y sentirse mayores. No obstante, esto sólo fue cierto en los días en que también consignaron sentir que tenían menos control sobre sus vidas del que normalmente tenían”, desarrolló Neupert. “Esto nos dice que el fenómeno del estrés que hace que las personas se sientan mayores no se limita a los adultos mayores. también les sucede a los jóvenes. Hay investigaciones que nos dicen que el estrés hace que los adultos mayores sientan su edad, o incluso se sientan mayores de lo que realmente son. También vale la pena señalar que tanto los niveles de estrés como los niveles de control eran relativos”, apuntó el autor. Al tiempo que concluyó: “Es importante porque sabemos que experimentar estrés crónico con el tiempo puede tener efectos adversos y que las personas generalmente informan niveles crecientes de estrés a medida que pasan de la edad adulta joven a la mediana edad, entre los 40 y los 50 años. Si estos jóvenes ya están experimentando niveles históricamente altos de estrés para su edad, y ese estrés está afectando su edad, será importante que prestemos mucha atención a los marcadores que utilizamos para evaluar el estrés físico y mental relacionado con la salud para esta generación”.
La depresión está catalogada como enfermedad en el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM V), que la considera un estado de ánimo depresivo en la mayor parte del día, con disminución considerable del placer o interés por las actividades de las que antes se disfrutaba. Las cifras de prevalencia solo representan a las personas diagnosticadas. Pero podrían ser más porque en muchos casos esta enfermedad no se manifiesta de forma directa solo a través de los sentimientos de tristeza y muchos no están diagnosticados. La depresión tiene muchas caras. En algunas situaciones el cuadro depresivo se expresa a través de síntomas físicos más que psíquicos. Es una condición que se conoce con el nombre de depresión silenciosa, enmascarada u oculta, y esta no está reconocida en las clasificaciones de trastornos mentales a nivel internacional. Qué es la depresión silenciosa Muchas personas sufren depresión pero no lo parece: van a trabajar, participan en compromisos sociales o realizan las actividades cotidianas sin problema aparente. Pero, en el fondo, se sienten exhaustas porque todo les supone una lucha. La Asociación Americana de Psicología ( APA) define la depresión enmascarada como un “episodio depresivo mayor en el que el paciente se queja de síntomas físicos en lugar de alteración del estado de ánimo y no se puede encontrar una causa biológica de los síntomas físicos”. Los pacientes que la cargan suelen acudir al médico con quejas sobre distintos dolores y molestias orgánicas que viven cada día. Pero el origen del mal es psicológico, que acaba afectando al cuerpo de forma física. De hecho, se cree que hasta un 10% de las personas que acuden a los servicios de atención primaria tienen síntomas de depresión, pero pasan desapercibidos hasta un 50% de los casos. El paciente suele hablar de molestias somáticas y conductuales, alteraciones somáticas y trastornos físicos que suelen enmascarar la presencia de una depresión: Trastornos neurológicos : dolor de cabeza, cefaleas o parestesias son uno de los síntomas más frecuentes. Suelen ser de carácter tensional y de una intensidad leve-moderada. Trastornos neurovegetativos : astenia, lipotimias o hiperhidrosis Trastornos sensoriales : vértigos o acúfenos Trastornos digestivos : náuseas o alteración del ritmo intestinal Trastornos cardio-circulatorios, del ritmo cardíaco Otros trastornos como fatiga, problemas de sueño, pérdida de peso, impotencia, alopecia, disnea, picor en la piel o eccema, entre otros. Estos síntomas somáticos son más comunes sobre todo en mujeres, especialmente embarazadas, ancianos, niños o pacientes con enfermedades orgánicas asociadas. La sintomatología descrita dificulta este diagnóstico ya que suele enmascarar el verdadero trastorno. La mayoría de las veces esto supone un largo camino de especialista en especialista que retrasa el diagnóstico. Porque, casi siempre, ni el propio paciente entiende lo que le está sucediendo porque la depresión se esconde en un cansancio difuso o dolores indefinidos. Pero el trastorno subyacente es un trastorno depresivo que incluye síntomas típicos como bajo estado de ánimo, pérdida de interés hacia ciertas actividades, sentimiento de culpabilidad inapropiada, disminución de la capacidad de concentrarse y, en los casos más graves, ideas suicidas. Un tratamiento necesario lo más pronto posible Cuando la depresión reúne los criterios de trastorno depresivo mayor, como tristeza o bajo estado de ánimo, el diagnóstico llega más pronto que cuando es una depresión somatizada. Este retraso aumenta la posibilidad de que se cronifique el cuadro psicológico y se deteriora la calidad de vida de la persona porque pueden aparecer otras complicaciones médicas y psiquiátricas. Un tratamiento lo más precoz posible evita esta cronificación y, de forma especial, el dolor. El tratamiento suele iniciarse, como en cualquier otro tipo de depresión, con medicación antidepresiva o una intervención psicológica, o ambas a la vez si el médico lo considera necesario.
El amor, ese sentimiento tan profundo y misterioso que ha cautivado a la humanidad desde tiempos inmemoriales, es un fenómeno que ha sido objeto de estudio por parte de la neurociencia. Contrario a lo que se creía, el corazón no es el responsable de este sentimiento, sino que es el cerebro el órgano clave en la generación del amor. Según investigaciones realizadas por expertos en neurología, el enamoramiento desencadena una serie de procesos en el cerebro que involucran la liberación de diversas sustancias químicas. La dopamina, conocida como la hormona del placer, juega un papel fundamental al generar sensaciones gratificantes y crear una especie de adicción psicológica hacia la persona amada. Por otro lado, durante una etapa de desamor o duelo emocional, los niveles de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina experimentan cambios significativos. Estas alteraciones pueden estar relacionadas con trastornos obsesivos compulsivos (OCD) e incluso provocar síntomas similares a los experimentados en situaciones de estrés. La intensidad del amor también puede variar dependiendo del contexto. El amor a distancia se caracteriza por ser más cognitivo e imaginativo, mientras que enfrentar una pérdida afectiva activa regiones cerebrales vinculadas con las emociones y recuerdos. Los signos físicos del enamoramiento son evidentes: desde las famosasmariposas en el estómago hasta trastornos del sueño e insomnio. Incluso algunas civilizaciones han llegado a considerar al enamoramiento como una enfermedad debido a sus efectos sobre el apetito y estado anímico. Gracias a los avances en neurociencia podemos comprender mejor cómo opera este complejo sentimiento en nuestro cerebro. El amor no solo nos hace sentir emociones intensas; también desencadena reacciones químicas y neuronales que influyen directamente en nuestro comportamiento y bienestar emocional.
Bobby Kimball, quien fue el cantante principal de Toto durante dos períodos de la banda, de 1977 a 1984 y de 1998 a 2008, sufre demencia. La revelación de su estado de salud la hizo el guitarrista y líder de la banda, Steve Lukather, durante una entrevista con el portal EonMusic. Al explicar el comportamiento reciente de Bobby Kimball, la voz de éxitos como I'll Be Over You, 99 y Rosanna, dejó claro que su amigo está perdiendo la lucidez: Su mente ha estado en blanco cuando hablas con él. Es normal por un segundo, luego comienza a hablar de su infancia o algo así. En sus últimas presentaciones, Kimball incluso cometió errores con las letras y desafinó, como en una actuación de 2015 al cantar el clásico África.
Los adultos de mediana edad y mayores tienden a sentirse más jóvenes que su edad cronológica, según muestran las investigaciones. Y esto puede ser algo bueno. Una investigación ha encontrado consistentemente que sentirse más joven generalmente se asocia con una mejor salud. Markus Wettstein, psicólogo de la Universidad Humboldt de Berlín señaló, “sabemos que aquellos que se sienten más jóvenes son más saludables” y agregó: “también se mantienen más saludables con el tiempo”. Los adultos mayores que se sienten jóvenes de corazón no solo pueden vivir más tiempo, sino que también pueden tener una mayor satisfacción con la vida, un menor riesgo de demencia, menos síntomas de depresión y una mejor salud en el futuro. Una nueva investigación sugiere que los adultos de mediana edad y mayores de hoy pueden sentirse más jóvenes que sus antepasados. Un estudio publicado en Psychological Science informó que, con el tiempo, los adultos se han sentido más jóvenes y más jóvenes que aquellos de la misma edad cronológica en el pasado, incluso teniendo en cuenta otros factores que podrían influir en la edad subjetiva, como enfermedades crónicas, soledad. y nivel educativo. La investigación también encontró una brecha de género pronunciada. Las mujeres informaron sentirse más jóvenes que los hombres de la misma edad, una brecha que solo se ha ampliado en los últimos años, lo que puede explicar algunas de las tendencias en el sentimiento juvenil: las mujeres generalmente viven más y se sienten más saludables que los hombres, pero también están sujetas a una mayor presión social solo por envejecer. Wettstein consideró que, “existe este doble estándar de envejecimiento. Los estereotipos de edad sobre las mujeres son de alguna manera más negativos que sobre los hombres. Las mujeres mayores están incluso menos representadas en los medios que los hombres y también tienen una representación más negativa”. La investigación también encontró una brecha educativa, aunque es más pequeña. Las personas con más educación tenían edades subjetivas más jóvenes que aquellas con niveles de educación más bajos, pero esta brecha se está reduciendo. Sin embargo, Wettstein, indicó que debemos tener cuidado al proyectar tendencias en el futuro. Es posible que la esperanza de vida no continúe aumentando (en los Estados Unidos está disminuyendo) y tampoco la discriminación por edad en la sociedad. Nuestra edad subjetiva no es solo un marcador del envejecimiento, sino también un estado mental, y el estado de ánimo parece influir en la edad subjetiva de las personas, al menos a corto plazo. Un estudio encontró que, si haces que los adultos se sientan tristes al darles lecturas o música tristes, se sienten mayores después. Lo contrario también podría ser cierto. Otro estudio encontró que los adultos mayores que recibieron comentarios positivos en una prueba de memoria y les dijeron que se desempeñaron bien en comparación con otros de su edad, tendieron a sentirse más jóvenes después. La actividad física y la reducción del estrés también tienen un efecto positivo a largo plazo sobre la edad subjetiva, dijo Wettstein. Y concluyó: “Pero en realidad vemos que los adultos mayores no tienen un bienestar más bajo que los adultos más jóvenes. Esto es resiliencia ”.
El estrés se define como una sensación de tensión mental y preocupación desencadenada, en general, por circunstancias adversas. Este estado, que es inherente a la condición humana, actúa como respuesta instintiva y natural frente a diversos estímulos desafiantes. La manera en que los individuos lo gestionan determina su impacto en la salud y el bienestar, tal como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien en general el estrés ha sido asociado a los adultos y a la vorágine de su vida cotidiana, ahora, la ciencia puso el foco en los jóvenes, ya que un estudio liderado por expertos de la Universidad Estatal de Carolina del Norte planteó que pueden experimentar “sensaciones de envejecimiento” en días estresantes, especialmente cuando sienten que tienen menos control sobre sus vidas Esta investigación liderada por Shevaun Neupert, profesor de psicología en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, arrojó luz sobre cómo personas de entre 18 y 36 años pueden sentir los efectos del estrés en su percepción de la edad y en su bienestar físico y mental. El trabajo, titulado “El efecto de las creencias de control sobre la relación entre los factores estresantes diarios y la edad subjetiva en adultos más jóvenes”, fue publicado en la revista Mental Health Science. “La literatura nos dice que, cuando las personas mayores se sienten mayores de lo que realmente son, eso se asocia con una serie de resultados de salud negativos. Sin embargo, hay poca investigación que examine este problema en adultos más jóvenes: personas en la adolescencia y entre 20 y 30 años de edad. Una comprensión más profunda de este fenómeno en todos los grupos de edad podría ayudarnos a desarrollar intervenciones que protejan nuestro bienestar físico y mental”, dijo Neupert en un comunicado. Y agregó: “Este trabajo puede ser particularmente oportuno, ya que los investigadores del estrés están viendo un aumento en la cantidad de estrés que los adultos más jóvenes experimentan ahora en comparación con la cantidad de estrés que experimentaron las generaciones anteriores cuando eran jóvenes”. Para llegar a estas conclusiones, los expertos recolectaron datos de 107 adultos jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y 36 años, a través de encuestas diarias que se realizaron durante ocho días consecutivos. Estas encuestas buscaban capturar el nivel de estrés, la percepción de control sobre la vida y la edad subjetiva de los participantes. “Los participantes informaron haber experimentado niveles más altos de estrés de lo normal, también informaron verse y sentirse mayores. No obstante, esto sólo fue cierto en los días en que también consignaron sentir que tenían menos control sobre sus vidas del que normalmente tenían”, desarrolló Neupert. “Esto nos dice que el fenómeno del estrés que hace que las personas se sientan mayores no se limita a los adultos mayores. también les sucede a los jóvenes. Hay investigaciones que nos dicen que el estrés hace que los adultos mayores sientan su edad, o incluso se sientan mayores de lo que realmente son. También vale la pena señalar que tanto los niveles de estrés como los niveles de control eran relativos”, apuntó el autor. Al tiempo que concluyó: “Es importante porque sabemos que experimentar estrés crónico con el tiempo puede tener efectos adversos y que las personas generalmente informan niveles crecientes de estrés a medida que pasan de la edad adulta joven a la mediana edad, entre los 40 y los 50 años. Si estos jóvenes ya están experimentando niveles históricamente altos de estrés para su edad, y ese estrés está afectando su edad, será importante que prestemos mucha atención a los marcadores que utilizamos para evaluar el estrés físico y mental relacionado con la salud para esta generación”.